Por David Uriarte / 

Es fácil diagnosticar personas con trastornos emocionales o crisis existenciales, personas que buscan afecto, atención y reconocimiento a través de la victimización física, es decir, construyen una manifestación objetiva derivada de un conflicto emocional generalmente crónico.

Una de las mejores experiencias clínicas se deriva de la estancia en las salas de espera de los médicos, escuchar el concurso de dolencias se vuelve ilustrativo de necesidades eventualmente inconscientes de los pacientes que descansan en la enfermedad física, mientras llegan a entender que el origen de sus conflictos está en su mente.

Una persona le inquiere a otra: “usted a que viene con el doctor”, en ese momento se destapa la bodega de dolencias y el concurso de las mismas, el paciente contesta: “tengo años con un dolor en la parte baja del estómago y el doctor dice que me tiene que operar”, inmediatamente le revira la otra persona. “a mí ya me operaron de una hernia y de las varices” …y así empieza el concurso de dolencias.

Hay personas que siempre -o casi siempre- están bajo tratamiento y en espera de una próxima cirugía, mujeres que las operaron de la matriz, las hemorroides, la vesícula, hernias, la rodilla, la nariz, las anginas, y tienen en periodo de espera la cirugía de la columna y el corazón; lo mismo pasa con hombres acumuladores de procesos quirúrgicos y usuarios crónicos de medicamentos especializados.

Aparte de las cirugías, hay que agregar las enfermedades que requieren tratamiento de por vida como la diabetes, la artritis, la hipertensión, el lupus, o enfermedades persistentes como la depresión, la ansiedad, los trastornos del sueño o la alimentación… En fin, una serie de enfermedades que intentan tapar la causa y sólo alcanzan a menguar los síntomas.

Por supuesto que no se puede demostrar que en todos los pacientes con dolencias físicas su origen sea emocional, lo que sí se puede demostrar es su asociación con vacíos existenciales relacionados con abandono, rechazo, humillación, injusticia y traumas emocionales que siguen rumeando y supurando por la parte física mientras se atiende la parte emocional que a veces no es consiente.