Por David Uriarte

 

Hay muchas cosas que sabemos, otras que imaginamos, y muchas más que desconocemos. Por ejemplo, el tema de la felicidad: hay institutos de ciencias de la felicidad, hay discusiones filosóficas y neurocientíficas que buscan consensos de expertos para acuñar definiciones conceptuales y operativas de felicidad.

Martin Seligman, psicólogo famoso en el mundo por el tema de la indefensión aprendida y la psicología positiva, ha intentado separar el tema de la felicidad y el bienestar, sin embargo, lo más sencillo, creíble y sin replica, es la idea de que la felicidad es la ausencia de miedo y la belleza es la ausencia del dolor.

El origen de la humanidad es otro tema que revolotea en la mente de eruditos y profanos, pero nadie se puede retraer a la explosión de las súper novas, por lo tanto, la humanidad es polvo de estrellas, aunque sea difícil para muchos digerir la idea.

Creemos en el cerebro humano y racional, pero la intuición ocupa más espacio en el cerebro que la razón; son las emociones producto del famoso y poco entendido inconsciente, aunque todos los días se hacen esfuerzos por subyugar las emociones a la razón.

Tristeza y soledad son temas poco estudiados y menos entendidos, sin embargo, hay coincidencias en que es mejor tener un amigo que tomar un fármaco.

Hay vida antes de la muerte, pero nos obsesionamos en saber si hay vida después de la muerte y se pierde la oportunidad de disfrutar o valorar lo que se tiene.

Se busca el aprendizaje per se, pero se olvida la gestión de las emociones. Hoy se sabe que las emociones se construyen y no dependen de estructuras anatómicas fijas en el cerebro.

Cambiar de opinión puede ser la base de la felicidad, pero mantener el mismo paradigma puede ser la cárcel del sufrimiento. Para algunos neurocientíficos, el futuro será la fusión entre el alma y la tecnología, y si esto le parece una locura, recuerde, es bueno cambiar de opinión, sobre todo cuando hay disonancia emocional.

Es más fácil conocer a otros que conocerse a sí mismo, el cerebro está acostumbrado a percibir lo que está afuera y no lo que tiene dentro. Parte de estas reflexiones se las debemos al divulgador científico español, Eduard Punset.