Por David Uriarte /

Las enfermedades neoplásicas conocidas como cánceres, inician su camino malignizando célula por célula, es decir, todo empieza en un sólo evento que se va multiplicando hasta alcanzar dimensiones que retan a la vida y terminan aniquilándola.

Lo mismo le pasa a cualquier régimen político cuando la suma de los hechos aislados construye un conglomerado socialmente monstruoso, por ejemplo, el año pasado un grupo de investigadores pusieron sus ojos en México para realizar un protocolo de estudio en pacientes con ciertos tipos de enfermedades prostáticas.

Todo se hizo como debe hacerse, se buscaron las instituciones y los líderes en el área de urología, sin embargo, lo que nunca previó el consorcio de investigadores, fue el cambio de régimen político en México.

Al percibir incertidumbre, decidieron que México no participaría en el proyecto de investigación, y así, pacientes, instituciones e investigadores se quedaron “colgados de la brocha”. Disminuye el presupuesto federal a la educación, y la investigación no encuentra tierra fértil en un México, entonces el conglomerado de células cancerígenas empieza a construir un tejido maligno.

Los mexicanos tienen puesta muy alta la mira y esperan mucho de un gobierno que también prometió mucho. El tiempo es un factor importante, no se puede medir la eficacia política y administrativa de un gobierno en treinta días, pero si se puede ver la tendencia.

Si en el camino sexenal los trabajadores ganan más, los empresarios pagan menos impuestos, y el gobierno optimiza los recursos, entonces habremos llegado a la meca del desarrollo humano.

Al final del día todo o casi todo termina o pasa por el renglón del dinero, no hay presupuesto sin dinero, no hay obra social sin dinero, no hay apoyo a los “ninis” o adultos mayores sin dinero, y no hay dinero sin contribuyentes. Es el contribuyente el venero del progreso, es el que paga impuestos el verdadero patrón del desarrollo de un País, sin embargo, el administrador del dinero ajeno se llama gobierno.

La diferencia entre el cáncer y la salud de un sistema político, es la credibilidad, eficacia, y eficiencia de los actos de gobierno.