Por David Uriarte / 

En repetidas ocasiones el presidente ha dicho, “el pueblo es sabio, el pueblo pone y el pueblo quita”.

Los procesos electorales para el gobierno federal, estatal y municipal, a diferencia de las elecciones de representación, senadores y diputados, es que unos terminan siendo gobernantes y otros representantes; es el sello de la democracia participativa.

Los gobernantes están expuestos a través de sus administraciones y el uso de recursos públicos, a diferencia de los representantes cuya función es eminentemente legislativa.

Las principales notas informativas son de los gobernantes, no de los parlamentarios. El pueblo mide el desempeño de su gobernante por la calidad de los servicios públicos que recibe y la empatía ante los problemas sociales; esta es parte fundamental de la clave para ser recordado como un buen gobernante.

Hay licenciaturas, maestrías y doctorados en políticas públicas y administración municipal, estatal o federal, sin embargo, no hay licenciaturas o maestrías en empatía social.

La estrategia para ganar la intención del voto ciudadano puede funcionar, pero, la estrategia para mantenerse en el poder es dinámica.

Las rupturas con los gobernados simpatizantes y los gobernados no simpatizantes, se dan de manera natural cuando las expectativas de ambos no se cumplen.

Una cosa es lo que espera el gobernante de sus gobernados, y otra lo que esperan los gobernados de su gobernante.

Una cosa es la campaña y otra el gobierno.

En la campaña hay que soportar una serie de posturas ideológicas diferentes, ser indulgente, flexible, tolerante, solidario, samaritano, salomónico, y simpático.

En el ejercicio del poder como gobernante, las cosas cambian aunque no debieran cambiar… Los filtros de acceso al gobernante se estrechan, la indulgencia se reduce, la rigidez y la intolerancia aparecen; la solidaridad se disipa, las decisiones salomónicas se ausentan y la simpatía se transforma. Entonces, viene el caos, se establece una riña entre la razón del gobernante y las posturas o necesidades de grupos sociales específicos, que pueden tener desenlaces impensables.

El trastorno del control de los impulsos, descrito por Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin, es la causa de caídas estrepitosas de personas con mucha inteligencia racional y poca inteligencia emocional.

El éxito y el bienestar se nutren de las emociones sanas.