Por David Uriarte /

Es indiscutible la inteligencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, dígase lo que se diga, independientemente de las fobias o filias que arrastra, el presidente tiene bien estructurados objetivos, metas, planes, proyectos, legado y sentido de vida, todo dentro de una sola palabra: política.

Para criticar hay que saber, para analizar hay que entender, para provocar hay que conocer la debilidad del provocado, para convencer hay que saber vender esperanza, para neutralizar al adversario político hay que atarlo con la cuerda infalible de la información… todo esto lo maneja con gran habilidad el presidente López Obrador.

No es que le rasque los genitales al león cuando AMLO manda mensaje al presidente Biden de Estados Unidos, tiene medidas las reacciones de los líderes políticos internacionales, sabe cuáles son los países que engrosan su porra, sabe que saben de su simpatía con el comunismo y el socialismo, sabe que está en la mira de los organismos internacionales, sabe que está en la lista de líderes políticos con mayor influencia, sabe también de la magnitud del boquete que le hizo al sistema político neoliberal, sabe que eso lo catapulta en automático a un espacio preponderante de la historia política mexicana y mundial.

Ayer dijo AMLO lo impensable, dijo que “cuando se habla del modelo neoliberal, yo he llegado a sostener que, si se aplicara sin corrupción, no sería del todo malo, es que se puede tratar del modelo económico más perfecto, pero con el agravante de la corrupción no sirve nada, entonces el fondo es ese, el que impera la corrupción”.

Equivocarse es de humanos, pero de sabios es aceptarlo y corregirlo, de alguna manera el tiempo y las circunstancias y después de tantas diferencias más conceptuales que ideológicas, López Obrador remontó parte de sus ideas fundamentalistas para dar paso al origen de su popularidad: la solidaridad con los más necesitados a través del dinero de los programas sociales. La imagen de un presidente peleado con los empresarios y con los contribuyentes empieza a difuminarse, a tal grado que reconoce las bondades del modelo neoliberal y estigmatiza su contaminante que es la corrupción.

Sin duda este redireccionamiento de su discurso será un antiinflamatorio para los neoliberales que han mantenido el empleo y con sus impuestos, al gobierno.