Por David Uriarte / 

Todo tiene una explicación científica, a veces no se conoce, y entonces aparecen los supuestos, la imaginación, o las afirmaciones cuya raíz son las creencias derivadas de una lógica personal, respetada, pero imprecisa.

La forma de ser de los individuos depende de su personalidad y su estado mental, de cómo estructuraron su forma de ser a través de su historia personal, y cómo les funciona el cerebro… especialmente la relación que guarda su cerebro primitivo o reptiliano con su cerebro mamífero o emocional, y cómo su corteza cerebral donde radica la inteligencia y el juicio logra equilibrar impulsos, emociones, y razón.

Los grandes líderes mundiales conjugan de forma excepcional las funciones cerebrales, por algo logran credibilidad social, no seducen por sus grados académicos, llaman la atención por su forma lateral de ver la vida, es decir, no tienen pensamiento lineal.

En el caso del presidente López Obrador, su historia personal revela un comportamiento atípico desde que la historia registra sus actividades académicas y políticas, hay un contraste entre lo esperado de un alumno que estudia ciencias políticas y administración pública, con un promedio insuficiente para la vanidad de los estudiantes de las universidades extranjeras; un alumno que dura más de diez años para concluir sus estudios universitarios y obtener su título, y sus logros alcanzados en la política partidista y las políticas públicas.

Desde los movimientos políticos encabezados por López Obrador en 1996 donde se le asocia con los bloqueos de 51 pozos petroleros en Tabasco, pasando por su jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal del 2000 al 2005, hasta su triunfo en las elecciones en 2018 para convertirse en presidente de México, sus neuronas han trabajado de tal forma que lo ubican en la historia como un líder de talla mundial. Esto no significa que cuente con la aprobación unánime de todos, pero sí de la mayoría en un sistema democrático.

Hay mucha tela de donde cortar cuando se analiza la trayectoria de las personas excepcionales; el cerebro de Albert Einstein, de Nelson Mandela, o Mahatma Gandhi -por señalar algunos- no se distinguieron por sus grados o brillantez académica, pasaron a la historia por su capacidad de transformar conciencias con sus aportes sociales.

Las neuronas de AMLO son las responsables de los cambios sociales en México.