Por David Uriarte /

 

Una de las variables o indicadores de la descomposición social secundaria a una economía deteriorada, es la violencia, en especial los crímenes de alto impacto. En los homicidios siempre hay una ganancia secundaria, es decir, no son espontáneos ni al azar, responden doblemente a cuestiones económicas.

Corre riesgo de perder la vida el que debe dinero o mercancía, al que le deben dinero o mercancía, y el que se encarga de operar el cobro. Detrás de los crímenes de alto impacto, invariablemente hay móviles que involucran dinero, por eso, cuando el dinero circula por que hay fuentes de trabajo, o la economía del país se fortalece con las exportaciones o las industrias locales, la sociedad logra amortiguar o apaciguar el hambre. Resuelve las cuestiones básicas de la vida como la alimentación, la vivienda, la educación y la salud.

La austeridad o la sequía económica de muchas familias, expulsa a la calle a la delincuencia organizada, robos, extorsiones, secuestros y homicidios, van al alza en México… en un México amenazado y amordazado por una realidad que no se puede esconder.

No es buscando culpables como se puede resolver la amenaza diaria de los mexicanos, es con fuentes de empleo, con oportunidades, con un esquema de salud resolutivo; un esquema educativo cuyas competencias resuelvan la realidad económica de nuestro país.

De manera sorpresiva, el territorio nacional empieza una ebullición sangrienta, dolorosa y amenazante, una epidemia que puede doblar las esperanzas de los mexicanos e incendiar los ánimos de las personas de buena voluntad que no saben qué hacer para salvaguardar su integridad física y las de sus bienes.

Antes, toda o casi toda la violencia se asociaba al tráfico de drogas, hoy, ese tema está siendo superado por el hambre sin que esto lo justifique. Hoy te disparan por quitarte un celular, te lesionan por quitarte unos cuantos pesos, te amenazan por una insignificancia; te secuestran por cantidades ridículas, ponen en desgracia a miles de familias de bien, trabajadoras, cuya orfandad deberá cargarse a un México amenazado por la violencia resultado de una economía en retroceso.