Por David Uriarte

 

Uno de los grandes problemas es la manera o la forma de medir la realidad. Medir un terreno es fácil, medir la distancia es fácil, pero medir el sufrimiento o las conductas violentas no es tarea fácil, mucho menos exacta.

 

La evolución filogenética de la especie humana tiene mucho que enseñarnos, hoy se vive una realidad diferente a la realidad de hace miles de años. Sin embargo, la lucha de poder sigue entre los iguales continúa, y entre los géneros también.

 

Es aquí donde se debe poner el foco de atención, primero: la lucha de poder implica una posición en la escala de dominio territorial, posesiones, alimentación y reproducción. Segundo: la lucha de poder entre los géneros consiste en la sumisión y el control de la voluntad, en pocas palabras el “quién manda” y “aquí se hacen las cosas como yo digo”.

 

A pesar de la época digital y los avances científicos y tecnológicos, las desigualdades siguen siendo el común denominador de la conducta social. Desde la victimización hasta el empoderamiento hay un terreno minado, una exposición de realidades marcadas por los intereses políticos cuya intención es buena, pero reducida para una realidad apabullante y dolorosa.

 

Levantamos al atropellado, contamos los lesionados, describimos las lesiones, construimos políticas públicas de protección a los lesionados, ¿y cómo y quiénes son los atropelladores?

 

En la analogía las atropelladas son las mujeres y los atropelladores son los hombres, entonces, mientras se fortalece la estructura mental de las mujeres y se construyen condiciones de prevención y protección; vamos pensando en los hombres violentos, en los hombres cuya conducta primitiva de control y manipulación no tiene sentido y solo agranda un problema sociofamiliar crónico.

 

Entre la biología y el aprendizaje hay una mezcla “maldita” que cultiva hombres irreflexivos, sociópatas y faltos de la mínima empatía emocional y cognitiva a la mujer. Más allá de los números y la estadística de violencia contra las mujeres, la génesis es la que importa, la causa de la conducta cuyo espectro va de lo emocional a lo físico. El estudio de los efectos a veces nubla la búsqueda de la causa.