Por David Uriarte

 

Cuatro acepciones de la Real Academia Española en relación con la palabra “siniestro” se refieren a malintencionado, funesto, que produce daño, propensión o inclinación a lo malo.

 

Los pensamientos siniestros parten de una conciencia clara, es decir, hay plena convicción de que así deben ser las cosas. Una evidencia científica del pensamiento siniestro es la ausencia de culpa y arrepentimiento, por eso, los asesinos con pensamiento siniestro, cuando salen de la cárcel vuelven a lo mismo.

 

Las personas con pensamientos siniestros como Hitler están convencidos de lo que hacen, de lo que promueven, simple y sencillamente porque así piensan y creen.

 

Hay pederastas que están convencidos que su práctica sexual no daña a nadie, hay zoofílicos convencidos que su práctica sexual con animales no daña a nadie y debiera ser promovida y aplaudida por la sociedad.

 

Durante el mandato de Fidel Castro, Cuba se convirtió en un Estado Socialista, aunque él y su familia tuvieron una vida de capitalista, todo engendrado en sus pensamientos.

 

El Dr. Josef Mengele, fue un médico, antropólogo y oficial alemán durante la Segunda Guerra Mundial en el campo de concentración de Auschwitz. Mengele hizo experimentos con humanos, él buscaba genéticamente la perfección de la raza siguiendo la idea de Hitler, no le importaba el dolor o sufrimiento de los humanos: tenía pensamientos siniestros.

 

Hubo pensamientos siniestros en los elementos de las fuerzas armadas de la Operación Cóndor en la década de los setenta en Sinaloa, torturas y fusilamientos inmisericordes fueron el sello de estos pensamientos.

 

Lo mismo sucedió con los pensamientos siniestros de quienes operaron la famosa brigada blanca desde la Dirección Federal de Seguridad en los tiempos de la Liga Comunista 23 de Septiembre, donde la clandestinidad era la única opción de los inconformes con el sistema.

 

Los pensamientos siniestros de los altos mandos son los rieles por donde se desplazan las acciones de los subalternos que piensan igual que sus jefes. Como afirma la Masonería: “como es arriba es abajo”.