Por David Uriarte / 

Cuando la dignidad aparece en la vejez, o acompañada de vejez y fracaso, entonces no es dignidad, es indisciplina, inmoralidad, decrepitud. Parece que la moda en muchos partidos políticos es: “si no soy yo, me voy”, más cuando se sienten merecedores de todo por haber aguantado vivir en un segundo plano a expensas de adulaciones y palmadas prometedoras.

José Ramón Narro Robles, un hombre de 70 años de edad, médico, académico y político mexicano, me recuerda al médico Jesús Kumate Rodríguez cuando le preguntaron sobre sus aspiraciones a la gubernatura de Sinaloa y contestó: “yo ya estoy viejo para eso”. En el caso del Narro, puede ser que su cognición lo hizo elegir entre una salida “digna”, o la derrota de su última aspiración política en su vida, tomando en cuenta la esperanza de vida del mexicano.

Escuché las explicaciones de Narro al periodista Joaquín López-Dóriga, entre ellas, comentó injerencias en la toma de decisiones cupulares, desde los presidentes -claro cuando los presidentes fueron priistas- hasta los grupos de gobernadores que se inclinan por tal o cual cuadro, con o sin merecimiento para ungirlo como líder.

La tolerancia derivada de la disciplina priista se acabó, hoy la edad de Narro volvió porosa su lealtad a los principios de su partido y se asomó la dignidad en forma de reniego sutil a la moralidad de un priista respetado y respetable en su tiempo.

Las verdades conocidas por unos y supuestas por otros de lo que siempre ha sucedido en el Partido Revolucionario Institucional, hoy se filtran como agua en canasta, hoy aflora el reniego crónico y perenne de sus militantes que antes defendían el comportamiento violento y rígido de “los de arriba”, y hoy los envuelve la nube de la “dignidad”.

Narro puede generar el efecto “dominó”, él puede ser la primera ficha que empuje a las demás. Si esto sucede, el PRI tendrá que buscar el clavo para dar el último martillazo a su ataúd. Hace años era un privilegio ser buscado para presidir una filial del PRI como la CNOP, hoy se excusan y se esconden para no exponer su raquítico capital político, así es la dignidad de algunos priistas.