Por David Uriarte /

Lass personas que viven solas se clasifican en dos; solas por intolerables, o solas por intolerantes, dejemos de lado la soledad por viudez.

La soledad es un espacio tan reducido que sólo cabe una persona, las personas intolerables no caben en el espacio de los demás y las personas intolerantes no le dan espacio a los demás.

No se trata de un juego de palabras, se trata de oye vivencias que se mantienen gracias a las razones de las personas, razones que enferman y no permiten ver más allá de la opción u opciones personales, razones que castran cualquier posibilidad de diferencia o negociación, razones tan fuertes como la soledad egoísta donde sólo cabe te trae de la razón.

El pensamiento de la persona solitaria se teje sobre las ideas que no dan lugar a otra cosa diferente, –así tiene o debe ser la vida, –así tienen o deben ser los demás–, –así tiene o debe ser cualquier persona, padres, hermanos, pareja o hijos que quieran compartir el espacio con el solitario–.

Una característica de las personas solitarias es su capacidad histriónica, su capacidad para fingir socialmente que no pasa nada, su capacidad seductora para convivir un rato con los demás, incluso su liderazgo en terrenos laborales, académicos, deportivos, políticos, pero un verdadero fracaso cuando intentan construir una vida de relación de pareja.

Los intolerables y los intolerantes además de compartir la soledad, comparten paradigmas parecidos, creencias verticales, inflexibles, con aristas filosas que lastiman cualquier intento de compañía solida o de largo plazo, son expertos para reír por fuera y llorar por dentro.

Hay un grupo de solitarios que tienen algo que se llama alexitima; la alexitimia es la incapacidad para identificar las propias emociones y, en consecuencia, para expresar lo que se siente.

Las personas con alexitimia tienen un comportamiento basado en la lógica y la razón, no pueden empatizar y terminan intelectualizando los conflictos de la vida de pareja o de familia creyendo que la razón es suficiente para abrir el espacio de la soledad.

Los intolerantes y los intolerables a veces presumen su soledad, se convierten en expertos para disolver vínculos afectivos interpersonales.