Por David Uriarte /

Muchas personas se quejan de las actuaciones del presidente López Obrador, de su partido y su dirigencia, de sus funcionarios, de las instituciones que representa, en una palabra, se quejan del régimen político actual.

Lo que se les olvida a los críticos del nuevo régimen político en México, son los más de setenta años de poder donde el PRI hizo y deshizo… Tres o cuatro generaciones después, fueron desplazados, y es posible que lo mismo ocurra con este nuevo régimen; cosa que no verán los ojos de aquellos que vivieron y disfrutaron las mieles del poder priista y panista, y un poco los perredistas.

Los desplazados del poder político se quejan de la influencia que tiene el ejecutivo sobre el poder legislativo ¿Y en el siglo pasado como era?

Se quejan de la influencia política y numérica del Presidente y su partido en la cámara de diputados y senadores ¿Y en los gobiernos priistas como era?

Se quejan de la disciplina y lealtad de las fuerzas armadas con el presidente ¿Y antes como era?

Se quejan o dicen que los organismos autónomos no lo son, que obedecen a intereses del ejecutivo ¿Y en los gobiernos priistas y panistas como era?

El carro es el mismo, lo que cambió fue de chofer, por lo tanto, no se le puede pedir al carro que se transforme en otra nave ni al chófer que maneje con las pestañas.

La democracia cuando se convierte en discurso da lugar y espacio para todos, pero cuando se convierte en poder, el privilegio no alcanza para todos, menos para los que ofendieron la dignidad de los que hoy van en la cabina del carro, protegiendo y cuidando al chófer.

Los desplazados del poder político en México, tendrán que usar la inteligencia como lo hizo el que les arrebató el volante del camión que transporta 130 millones de personas, tendrán que convencer a los pasajeros, sobre todo a los que pagaron el boleto con una credencial de elector, de que ellos son mejores conductores que el actual.

A los desplazados del poder político les preocupa el destino del camión como a muchos de los pasajeros, sin embargo, recuperar la confianza no es tarea fácil cuando los agravios sociales aún repercuten en el estómago y los bolsillos.

Quejarse es una estrategia desgastada como la crítica constante que ejercen los desplazados al régimen arrebatado después de muchísimos años, no es lo mismo ser borracho que cantinero.

Quejarse de los mismo que hicieron, no es muestra de inteligencia.