Por David Uriarte /

 

El estado de ánimo es un continuo sinuoso, es la suma de pendientes ascendentes y descendentes emocionales, es el sello distintivo que expresa el residual entre las frustraciones y satisfacciones de la vida personal.

El sentimiento de tristeza invade parte de la vida, es natural, sin embargo, lo importante es la frecuencia, intensidad y duración de la misma, es decir, no es lo mismo la tristeza todos los días, acompañada de llanto e ideas suicidas en la mañana, que la tristeza cada mes, sin llanto y sin ideas catastróficas cuya duración es de unos minutos.

Lo mismo sucede con la alegría, no es lo mismo una fase hipomaniaca donde la euforia vestida de alegría invade la vida diaria con intensas conductas de riesgo en cualquier área de la vida hasta agotar el día, que la alegría propia de una vida llena de optimismo realista y propositivo.

En el caso de la indiferencia, no hay subidas y bajadas, solo el transcurrir del tiempo tras la mirada gris de una vida escéptica a todo, un “no me importa”, o “es tu vida”, una actitud donde la empatía está ausente y los vínculos de afecto también.

La indiferencia puede ser sentida o fingida, una indiferencia sentida es aquella espontanea donde no hay intención, en cambio, una indiferencia fingida está salpicada por la voluntad, la intención y la búsqueda de un objetivo concreto relacionado con  otra un otras personas.

A veces la soledad es la madre de la tristeza, una soledad que se siente, y se experimenta incluso a pesar de tener compañía, es decir, la soledad convertida en sentimiento de abandono puede nublar la esperanza de cualquier mortal.

Cuando la vista se clava en las parejas o familias funcionales, se observa la capacidad de adaptación para sortear los problemas propios de la vida de relación, es evidente la habilidad social de muchos y la incapacidad de otros para sobrellevar las diferencias entre la pareja, la familia o la sociedad.

Tristeza, alegría e indiferencia, es el mapa por donde se puede pasear el estado de ánimo, su prevalencia habla de la salud mental. Entre la tristeza y la depresión, entre la alegría y la euforia, entre la indiferencia y el coraje, se hace el autorretrato y aparece el verdadero rostro de cada quien.