Por David Uriarte

 

Como nunca, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), está cerrando filas en torno a sus agremiados, la conciencia de grupo les advierte una sola cosa: vienen problemas de financiamiento.

Entre “la estafa maestra” que involucra a Rosario Robles y más de dos universidades públicas, la promesa del presidente Andrés Manuel de crear cien universidades más, que en el caso de Sinaloa serán en Badiraguato y Cosalá, y el régimen de austeridad, ponen a las universidades públicas al borde del precipicio.

Apretar la manguera del oxígeno, es decirle al enfermo de quién depende y a quién le debe la vida; cerrar la llave del flujo financiero a las universidades, es decirles a quién deben obedecer o reverenciar, es un daño calculado.

Así como las manifestaciones de las mujeres en la ciudad de México y sus réplicas por los estados fueron planeadas y sus consecuencias previstas, así el nuevo régimen de gobierno tiene todo calculado y previsto en lo relativo al financiamiento a las universidades públicas.

Esperan dos cosas, que las autoridades universitarias saquen a los estudiantes a la calle, o que se pongan de rodilla y pidan paz económica.

Tanto una cosa como la otra las tienen previstas. Si las universidades sacan a la calle a sus estudiantes, habremos regresado al pasado, lugar que parece ser el paraíso social para el modelo de pensamiento del nuevo régimen: imaginemos a cien o doscientos mil estudiantes gritando consignas sociales y al otro lado el caudillo que redime las dolencias de la opresión de la corrupción y la impunidad heredadas por los gobiernos neoliberales.

En cambio, si las universidades optan por la revisión de los procesos y modelos de operación interna, estarán sujetas a la voluntad de planes, programas y proyectos que embonen con la ideología de clase del nuevo régimen de gobierno, y se cumplirá la frase de que “el que paga manda”.

La autonomía universitaria nunca ha estado más vulnerable que hoy, las luchas intestinas son pleitos de niños comparado con el sustento vital que le pretenden más que arrebatar, controlar, aunque hay cien formas de decir lo contrario.