Por David Uriarte /

La única manera de penetrar en las organizaciones criminales es mediante el uso de la inteligencia, con una estrategia principalmente cibernética. La historia registra grandes golpes de las fuerzas armadas a las estructuras relacionadas con el narcotráfico en cualquiera de sus modalidades, todos o casi todos basados en el uso de la inteligencia por la vía de la intercepción de las comunicaciones.

El sigilo y la secrecía son los mejores respaldos de las unidades de inteligencia al momento de operar su tarea, estudian variables como el clima, la hora, el tráfico vehicular, la distancia entre el objetivo y la fuerza de tarea, la mejor ruta de llegada y de escape, el apoyo por vía aérea, la desconexión de servicios básicos como el fluido eléctrico y la red de internet, en fin, toda una estrategia para que los grupos tácticos puedan operar de manera escrupulosa o quirúrgica su tarea.

Cuando “revientan” un lugar, cualquiera que sea, toman en cuenta la capacidad de respuesta de la parte contraria, los posibles daños colaterales, tratan de reducir al enemigo en primer término como una detención, si las cosas se salen de control, entonces aparece el fuego disuasivo y en el peor de los casos el fuego de exterminio, aunque parece un guion de película, la realidad se circunscribe a la inteligencia y la contrainteligencia por los dos bandos.

Hay dos tipos de operativos de las fuerzas especiales en términos generales: los operativos silenciosos, imperceptibles para la sociedad, operados generalmente a altas horas de la noche o bajo la secrecía social; y aquellos cuya evidencia no puede negar la participación de las fuerzas armadas en búsqueda de neutralizar los generadores de violencia o inhibir el narcotráfico en cualquiera de sus modalidades.

Sinaloa y los sinaloenses son un referente mundial en temas asociados al narcotráfico desde mediados del siglo pasado hasta la fecha. Es decir, para las nuevas generaciones puede ser una novedad, sin embargo, desde la década de los sesentas -quizá desde unas dos décadas antes- poco después de la Segunda Guerra Mundial, las condiciones orográficas de Sinaloa ya lo perfilaban como un terreno fértil para la industria de los opioides. Primero con uso o indicaciones medicinales y después, como sustancias altamente adictivas con los resultados que se conocen por todo el mundo.

Por eso, la inteligencia de las fuerzas armadas se hace evidente.