Por David Uriarte /

En la época de celo, las hembras mamíferas irracionales como las perras, muestran un interés ardiente y se muestran receptivas sexualmente, son capaces de hacer lo impensable por cumplir con el ordenamiento evolutivo de la reproducción.

Nadie en su juicio sano quiere morirse, tampoco quiere pasar por la vida sin dejar descendencia, es parte de la evolución de las especies.

La motivación de la clase política en época electoral, es la expresión sublime del interés por el poder, es la única forma de enfrentar, soportar y superar los escollos propios de la misma historia y las trampas derivadas de la competencia no siempre limpia.

Hablar de los ‘políticos en celo’ es la mejor analogía cuando del ímpetu por conseguir algo se trata, de alguna manera hay un toque de irracionalidad, de ceguera emocional, de hipoacusia o sordera ante la percepción social, ésta es la causa de los múltiples descalabros ante un deseo plural donde el espacio más que reducido es único.

El celo puede ser intenso con resultados estériles, es el caso de los perdedores, de los que buscan a través de su lógica y su razón derribar los muros de la percepción negativa sobre su persona, construyen cifras alegres o sobrevaloran su verdadera dimensión dentro de la oferta política.

Lo más importante cuando la suerte depende de la voluntad ajena, es la simpatía construida en el vínculo de relación social, es el nombre y apellido, la historia personal, la historia en el desempeño del servicio público, la pulcritud en el manejo de los dineros públicos, o la potencialidad evidente de ser mejor que la competencia.

Los ‘políticos en celo’ tienen el mejor combustible cuyo octanaje los remolca y convierte en omnipresentes a través de sus obras y servicios, son la mano generosa que levanta ilusiones caídas, son luz en la oscuridad de una esperanza social derrumbada, en fin… el celo de los políticos los transforma en la mejor opción hasta que llega el “árbitro” y les pone un ‘estate quieto’.

Un político sin ímpetu es parte de la estadística de los perdedores aunque a veces el ímpetu lo tiene ‘la mano que mece la cuna’ de las decisiones. Deben estar bien con el de arriba y con los de abajo.