Por David Uriarte /

La manera de entrar a perturbar la paz y tranquilidad humana; es tocarles el bolsillo y los afectos.

Guerras entre naciones, conflictos entre familias, problemas entre parejas, tienen que ver con la economía… todo se reduce a dinero, eso es el cincuenta por ciento de la pérdida del bienestar, la otra mitad son los conflictos amorosos, los problemas de los vínculos afectivos: familias disgregadas, parejas o hijos abandonados, personas rechazada por quienes en su momento juraron amor eterno, sufrimiento por vivir en prisión domiciliaria de aquellos imposibilitados a separarse por creencias religiosas o miedo al qué dirán.

El catalogo de las incidencias delictivas de cualquier sociedad tiene que ver principalmente con estas dos variables: dinero y afectos.

La motivación del homicida toca la raíz de las emociones en el caso de los delitos con toque pasional como los feminicidios; o la raíz del dinero cuando son homicidas a sueldo.

En la privación ilegal de la libertad siempre o casi siempre está involucrado el dinero; en el robo a comercio casa habitación, transeúnte, o vehículo, lo que se busca es el beneficio económico con lo sustraído u obtenido; y en la violencia familiar las emociones derivadas de los celos, las paranoias, o simplemente las manifestaciones de poder en razón de género, pertenecen a la raíz de los afectos como motivación de la conducta delictiva.

Las llaves principales del demonio son el dinero y los afectos, ésta es la ventana de oportunidad para el gobierno y la sociedad, una sociedad donde se garantice casa, comida, educación, salud, y seguridad, reduce el riesgo de motivación económica como pretexto de la conducta delictiva.

Una sociedad con educación emocional, donde el respeto a las diferencias sea la base de la convivencia, donde se entienda que los vínculos afectivos no son por decreto, que las personas no son esclavas unas de otras, que no son materia de propiedad como objetos, esta forma de aprender a gestionar las emociones puede disuadir la conducta agresiva y violenta de unos contra otros.

¿Cómo es posible que naciones como Japón con una población semejante a la de México, tenga menos de cien homicidios en el año cuando en un día México ha registrado esa cifra?

El Producto Interno Bruto (PIB) por habitante en Japón es 4 veces mayor al de México, y el respeto al semejante una constante.