Por David Uriarte /

Sin duda la expresión criminal más abominable es el asesinato, quitarle la vida a otra persona, dejar sin esperanza de vivencia y conciencia a un ser humano.

El tema de la violencia criminal, el aborto, la adopción por personas del mismo sexo, el vientre subrogado, las cirugías para cambio de sexo, y el matrimonio igualitario -por señalar algunos-, son temas que pocos quieren debatir públicamente, sin embargo, a muchos les genera escozor porque no tienen espacio mental para las expresiones comportamentales diferentes.

A veces se discute en corto, desde la seguridad que produce la intimidad, temas impregnados por conceptos de moralidad, religiosidad, o creencias particulares sin sustento filosófico o científico, se dogmatiza el pensamiento y no hay lugar para la reflexión prudente que necesita la diferencia.

Las expresiones criminales reflejan desacuerdos entre los intereses particulares, privar de la vida a otra persona es muestra inequívoca de una forma radical de arreglar diferencias, es posible que se haya agotado el dialogo o que el tema sea irreconciliable, sin embargo, nada justifica cercenar la vida de una persona.

La cultura requiere tiempo y lugar para enraizarse, los temas históricos que manchan de sangre la conciencia social, tienen que ver con el poder, el dinero, el sexo, y la dignidad.

Las guerras expresan el poder de una nación como el caso de Rusia y Ucrania; Putin aporta su cuota de criminalidad en una expresión soberbia de poder.

En el tema del dinero, las expresiones criminales citadinas muestran la forma económica de arreglar y cobrar sus diferencias, no se trata de cantidades, se trata de “dignidad”, de lastimar a un ego que no soporta ni las miradas inquisidoras.

Hurgar en la mente criminal puede ser sorprendente si no se tiene la empatía cognitiva, esto significa conocer los códigos de “honor” de las personas con paradigmas inamovibles, para ellos la frase “el que la hace la paga”, es el reducto final de su conducta.

Los ciudadanos desayunan, comen y cenan con la noticia amarga de que la vida se extingue en un segundo bajo la consigna de mentes criminales.

No se trata de apología al vicio y la violencia, se trata de preguntarnos ¿hasta cuándo? Se trata de aportar más que ideas, actitudes y comportamientos que siembren en las nuevas generaciones la prudencia y el juicio necesario para respetar la vida, la integridad y el patrimonio de todos.

No es tapándose la nariz como se extingue lo hediondo de la descomposición social.