Por David Uriarte /
Los apostadores profesionales, en el momento que apuestan, dan por perdido el dinero, por eso, cuando ganan no hacen algarabía; son profesionales.
Si alguien tiene duda, que se dé una vuelta por los casinos de Las Vegas, uno de los centros de apuestas más grande del mundo, ahí verán espacios destinados a los grandes apostadores, es todo un ritual y un aprendizaje ver las facies inexpresivas de los apostadores millonarios.
En la arena política, muchos contendientes se suben a la pelea pensando o creyendo que siempre ganarán, y cuando pierden, ejercen el derecho al pataleo.
Al mal perdedor se le dificulta integrar la experiencia, se le olvida que la guerra política es eterna, aunque esté en el bando del poder, la oposición siempre buscará la parte débil para derribarlos, las batallas a veces se pierden, esto no significa que necesariamente se pierda la guerra.
En el box, perder un round no es perder la pelea, a diferencia del deporte, en la política hay la opción, la negociación y la mediación.
Los gobiernos federales siempre buscan la gobernabilidad, el secretario de Gobernación como responsable de la política interna del país, siempre buscara mediar en las negociaciones donde a veces ganando se pierde, o perdiendo se gana.
El Presidente de la República no tiene tiempo para conocer a detalle todos los conflictos entre poderes en los estados, o conflictos entre partidos o líderes políticos, por eso, delega y confía en sus secretarios; se podría decir que más del noventa por ciento de los conflictos políticos se resuelven de manera salomónica, el resto de plano queda en manos del Presidente quien se encarga de dar el manotazo y poner las cosas en su lugar.
En Sinaloa, el conflicto que apuntaba para terminar en disturbios sociales era el de la UAS-Gobierno, en menos de dos horas, Adán Augusto López, desactivo el artefacto políticamente explosivo y pidió a las partes serenarse, reflexionar, y buscar vías alternas de solución, las partes accedieron, no se sabe si de buena manera o no, lo cierto es que ninguna de las partes se da por derrotada, cada una de ellas esgrime la razón como centro de su postura.
Saber perder es parte del negocio cuando de política se trata, empeñarse en tener la razón desacreditando a las instituciones, es precio demasiado caro que no tiene por qué pagarlo la sociedad.
Como dice la canción: hay que saber perder.