Por David Uriarte /
Si alguien piensa en el destino de México y sus habitantes, debe pensar en una serie de cambios estructurales de fondo, como alguna vez lo dijo el presidente, no se trata de un nuevo gobierno, se trata de un nuevo régimen político, de la nueva vida pública, de la re-estructuración ideológica de las nuevas y viejas generaciones con dos opciones: que guste o no guste.
Si gusta, eso se verá en las posibles copiosas elecciones del año próximo, si no gusta también, con la diferencia que en el primer caso la gente se desbordará a favor del movimiento de regeneración nacional, si no gusta, la gente será oposición al régimen político establecido desde 2018.
Las apuestas a bote pronto, aunque falta un año para develar la realidad, apuntan al fortalecimiento del régimen político del presidente López Obrador, una parte reducida de opositores piensan en un utópico triunfo como parte de un sueño fantasioso, válido porque así es la democracia, válido porque la diversidad es la característica democrática, pero distante de la realidad objetiva si se mide la simpatía y la intención de voto para la reina de las elecciones del 24.
El toque de sarcasmo al afirmar que lo mejor está por venir, se debe a la serie de acciones que a partir de la fecha vivirán los mexicanos, la idea del Presidente de enviar una iniciativa al congreso antes de terminar su mandato para que los integrantes del poder judicial sean elegidos por el pueblo, no es una postura arrebatada, parte del pensamiento que para esa fecha, ya estará renovada la cámara de diputados y tendrán mayoría calificada en el congreso para garantizar el tránsito sano de todas las iniciativas enviadas.
La implementación de un verdadero régimen donde se privilegian los pobres y tal vez se multipliquen, se sustenta en el nuevo modelo educativo que contempla una siembra ideológica distinta, es decir, los niños aprenderán o construirán paradigmas políticos que fortalecerán creencias ideológicas con una conciencia de clase diferente a la actual.
Cada vez más México y los mexicanos se parecerán a las sociedades cubanas y venezolanas, los ricos serán parte de la extinción social y el control impositivo de la recaudación será mayor, dejando márgenes de ganancia estrechos que desalentarán el emprendedurismo y el desarrollo económico.
Lo mejor o lo peor está por venir, todo depende del enfoque personal.