Por David Uriarte /

“Para sentir no hay como que duela”, así reza el refrán popular. Cuando se habla de la lucha estudiantil del 68 en México, pocos la recuerdan y pocos se suman a las expresiones de reconocimiento a sus lideres y de rechazo a los represores.

El Día Mundial del Riñón es el 10 de marzo, fecha que pasa de noche a todas esas personas que no padecen o no saben que padecen una enfermedad renal, sólo los pacientes y sus familiares con insuficiencia renal aguda o crónica, aquellos que viven pegados a una máquina de diálisis, entienden la importancia de recordar este día.

El 4 de febrero es el Día Mundial de lucha Contra el Cáncer, las marchas o manifestaciones son tan limitadas como limitado es el número de enfermos con relación al total de la población, sólo aquellos que viven en carne propia la enfermedad o sus familiares tienen conciencia de la importancia de concientizar a la sociedad de los alcances de este flagelo.

Lo mismo ocurre con las tragedias sociales, ayer se cumplieron nueve años de la desaparición de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, al principio la sociedad y los familiares de los desaparecidos creyeron y pensaron que con la llegada del nuevo régimen político las cosas se iban a aclarar y resolver en materia de justicia social… Sin embargo, a nueve años de distancia y unas lágrimas convertidas en frustración y coraje por tantas irregularidades en el proceso de investigación, los familiares de los normalistas desaparecidos siguen en la lucha y se sienten defraudados por las instituciones, especialmente fijan sus ojos en la Secretaría de la Defensa Nacional.

El Presidente hace una defensa puntual y categórica de las fuerzas armadas, sin embargo, eso no convence a familiares y simpatizantes del movimiento que busca aclarar y esclarecer el móvil de los hechos, sobre todo quieren saber el paradero de sus hijos y punto, no les basta con las hipótesis de ninguna de las comisiones y comisionados que no logran establecer la verdad de los hechos.

A 9 años de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, y con algunas personas en la cárcel, entre ellos al entonces procurador Jesús Murillo Karam, y algunos elementos de las fuerzas armadas, la herida de los padres no cicatriza, sigue expulsando lágrimas de sufrimiento y la fuente de esperanza se resiste a secarse.

Principalmente aquellos con experiencias similares entienden a estos padres.