Por David Uriarte /

Las experiencias forjan al humano, sin embargo, no todo es experiencia, se necesita carácter, una personalidad prudente, estructurada y funcional para afrontar las incertidumbres propias de un camino sinuoso como el de la política.

La vejez no significa necesariamente experiencia en determinado campo de la vida profesional, la vejez implica años, tiempo, edad, la experiencia es el resultado del contacto con circunstancias y condiciones de cierto oficio o desempeño profesional.

La adolescencia según la Organización Mundial de la Salud es la segunda década de la vida, pero la adolescencia termina psicológicamente cuando la persona tiene capacidad de abstracción, identidad, autonomía e independencia.

En este sentido, la adolescencia política termina cuando la persona tiene capacidad para pensar, razonar y construir juicios apegados a la realidad, no a sus intereses; cuando tiene una identidad ideológica bien estructurada y no anda brincando de un lugar a otro en búsqueda de notoriedad, trabajo o posiciones de poder solamente.

En este sentido, se puede observar mucha adolescencia política en estos momentos de definiciones de espacios de representación y gobierno, los hay desde aquellos que en su vejez quieren dejar un legado muy personal con el afán de llenar una ambición personal, hasta los verdaderos políticos de vocación que siempre se han mantenido al margen del verdadero poder por disciplina partidista, hasta los arribistas cuya suerte ha destapado una vena de oportunidad política que no van a desaprovechar.

En el discurso de la evolución biológica contra la evolución tecnológica, los jóvenes han aplastado a los viejos, piensan que los viejos incluyendo a sus padres, están desfasados, que no entienden de tecnología, que mejor deberían dejar el camino libre a la juventud con su ímpetu tecnológico.

Lo que se les olvida a los jóvenes que incursionan en el terreno político, es que la política poco tiene que ver con máquinas o equipos de cómputo, la política tiene que ver con emociones, sentimientos, expectativas, necesidades, ideales, y creencias.

Por eso, algunos jóvenes políticos se llevarán un chasco al darse cuenta de que sus estrategias digitales no serán el vehículo o el canal de conexión con sus posibles electores, si estos adolescentes políticos buscan ayuda, reflexionan y le bajan a la soberbia, pueden ser buena opción.