Por David Uriarte /
Se dice que el amor es la luz y el matrimonio el pago del costo de la luz.
Gobernar significa tener el poder en muchos sentidos, principalmente en el rumbo de las políticas públicas, sin embargo, el costo de gobernar puede ser alto y desgastante tanto en lo institucional como en lo personal.
En lo institucional y partidista, el gobierno deja una marca social, una historia del desempeño donde muchos quedan contentos y otros no tanto, hay rubros bien definidos donde la sociedad siempre reclama, la economía, la salud, la educación y la seguridad.
Las relaciones interinstitucionales y con los diferentes sectores de la población también cuentan su propia historia, en Sinaloa, las relaciones del gobierno con la UAS, con los trabajadores del sector Salud, con los trabajadores de la educación en cierta medida, con los solicitantes de vivienda, con las viudas de los policías, con el sector agrícola, y con los medios de comunicación, se han distinguido por sus tensiones, diferencias y difícil reconciliación.
En lo personal, no hay humano que resista tanta tensión emocional, tanto desgaste psicológico, tanta presión de grupos sociales, los sentimientos desagradables, cualquiera de ellos, termina por afectar la salud física y mental de cualquier gobernante.
Además del costo personal que ya es mucho que decir, los gobernantes soportan un desgaste político y partidista, en estas fechas donde el proceso electoral 2024 prácticamente ya empezó, la sociedad recurre a su poder; el poder del voto.
En las campañas políticas, los candidatos del partido en el poder serán cuestionados y eventualmente serán blanco de reclamos por temas que si bien es cierto no es su responsabilidad, si pertenecen al ejercicio o al desempeño de un gobernante de su partido.
Los que se pondrán bravos serán los candidatos del frente opositor, cada quien, con su discurso, los del PRI, PAN, PRD, y PAS, no tendrán misericordia y buscarán resaltar los errores, deficiencias o conflictos no resueltos por el gobierno actual, exhibiendo o magnificando los errores y minimizando los logros, avances o alcances institucionales.
El costo de gobernar está lleno de experiencias satisfactorias y al mismo tiempo, lleno de sinsabores, injusticias, o experiencias desagradables cuyo costo incluye a la salud física y emocional de cualquier gobernante.
Si los gobernantes supieran el costo de gobernar, quién sabe si aceptaran pagarlo.