Por David Uriarte /
Eduard Punset, escritor y divulgador científico fallecido en mayo de 2019, aseguraba que “la felicidad es la ausencia de miedo”.
Saberse vulnerable de día y de noche produce cortisol, la sustancia química del estrés, fácil de medir cómo se mide el azúcar o el colesterol; lo difícil de medir son las sensaciones subjetivas de malestar.
Los levantones, sustracciones domiciliarias de persona, o privaciones de la libertad, se convierten en una de las causas del miedo colectivo, la sociedad vive una especie de película, momentos de incertidumbre, espacios de reflexión familiar donde la recomendación es el cuidado personal y familiar.
La integridad personal y del patrimonio resumen los objetivos de cualquier ser humano, transitar por las calles con seguridad es el mejor regalo que puede obtener la sociedad, todo lo contrario, engendra miedo, y con miedo no hay felicidad.
Según Roy Campos de consulta Mitofsky, los principales problemas percibidos por los mexicanos en marzo de este año son la inseguridad, la economía y la salud.
Vivir inseguros es vivir con miedo, y con miedo se vive infeliz, poco a poco se incrementan los hechos delictivos hasta el límite de tocar las puertas de hogares cuya tranquilidad se vulnera con facilidad produciendo impunidad, la ecuación de miedo más impunidad transforma a cualquier sociedad, construye seres humanos resentidos, insensibles, desconfiados, es el principio de la descomposición social donde se anida el destino de cualquier gobierno sin importar colores o ideologías.
Verse al espejo y decir soy feliz, no construye seguridad, es como creer que verse al espejo y decir soy rico, hará que aparezca dinero en la bolsa o en la cuenta bancaria. La seguridad proviene del respeto a la vida, a la integridad, y al patrimonio personal, por parte de los demás.
Miedo y ansiedad son las consecuencias de la inseguridad, poco a poco se han incrementado los perfiles paranoicos de hombres y mujeres cuya conciencia tiene la sospecha o la seguridad de ser vulnerado, en cualquier momento y en cualquier lugar, sin importar la presencia de niños o ancianos.
La salud mental de los infelices no requiere terapia psicológica, requiere seguridad, un tratamiento que sólo puede ofrecer aquel o aquellos que la quitan, aquellos encargados de cumplir funciones previamente establecidas entre parejas, familias o sociedad.
Una persona segura es feliz.