Por David Uriarte /
Detrás de toda conducta se encuentra el espíritu original, la auténtica chispa de la vida, la matriz o molde por donde transitan los impulsos primitivos que se anidan en el ser, el niño renegado, regañado, acosado, lastimado; amado, atendido, escuchado, guiado, orientado; presionado, travieso, impulsivo, hambriento; alimentado, sonriente, enojado, violentado, amenazado, inocente; el niño atemporal, el espíritu de toda conducta inexplicable ante los ojos de la razón.
Los pensamientos se alimentan de dos fuentes: el aprendizaje temprano, tan temprano que no pisa la razón porque su razón no tiene memoria; y el aprendizaje tardío. El encuentro entre estos dos aprendizajes produce pensamientos contradictorios: uno vertiginoso, resbaladizo, impertinente, espontáneo; y otro mesurado, tranquilo, pegajoso, elaborado en la razón de los demás e incorporado como propio, buscador de aplausos y aceptación.
Pensar diferente viene de sentir diferente cuando de razones colectivas se trata, la identidad formada en los primeros años de vida, supera en mucho al nombre, apellido, linaje, o profesión. La verdadera identidad se esculpe antes que la memoria exista, se retoca en el recuerdo incipiente de la niñez y se viste en la adolescencia para esconder la esencia del ser, por eso, existen las conductas contradictorias derivadas del vestido social, pero empujadas por la verdadera identidad.
Entender las verdaderas posturas ideológicas de las personas ricas o pobres, resulta difícil cuando las expectativas personales pertenecen a un colectivo social impuesto, aprendido o direccionado por los liderazgos mundiales cuyo espectro va del capitalismo al socialismo.
La sociedad paradójicamente se ve arrastrada por el inconsciente de una sola persona, por las motivaciones de quien ve al mundo como un recipiente donde hay que homologar las conciencias y sus diferencias.
Más allá del entendimiento consciente, de los razonamientos sociales, de la abstracción humana, está su origen: el inconsciente… lejos de buscar o querer imponer su verdad, sólo se dedica a expresarse, no busca aceptación, mucho menos aplausos, sólo es como tal. No soporta la crítica porque no la escucha, no da explicaciones porque no busca reconocimiento, se mantiene como la sombra en espera de ser encontrado por la luz de la verdadera inteligencia, la inteligencia de la identidad eterna.