Por David Uriarte /
La generalización aplica en pocos casos, la afirmación de un estado de ánimo deprimido en los mexicanos es impreciso como imprecisa es la idea de un ánimo eufórico, no se puede generalizar, cada uno arrastra su propio costal de emociones y circunstancias, mientras unos están hundidos en la tristeza por la pérdida de un familiar, otros viven en plena alegría por saberse afortunados de conservar la vida.
Los medios y las redes sociales dan cuenta de grandes fiestas, de bares y cantinas repletas de clientes tratando de pasar el mejor momento solos o acompañados; lo mismo pasa en los centros recreativos, parques o balnearios donde las familias se aglutinan tratando de sacarle jugo a cada fin de semana a través del descanso, la diversión, y el ocio.
El estado de ánimo de los mexicanos depende de sus circunstancias, muchos siempre o casi siempre están de fiesta; otros siempre o casi siempre están de luto; otros viven un estado de resiliencia tratando de incorporarse a la vida diaria después de las experiencias traumáticas donde la perdida es la constante.
No se puede pintar de negro el país, no todos los mexicanos están de luto; tampoco se puede convertir el país en una fiesta eterna… La verdad es universal, mientras unos llegan al panteón, otros llegan a la vida neonatal. Muchos hogares entristecidos, muchos hogares felices por la llegada del nuevo ser que ilumina la esperanza de la familia, así de contrastante es la vida de una familia y una sociedad.
Millones de mexicanos viven ajenos a los famosos aranceles que pretende imponer el Presidente de los Estados Unidos, los empresarios del acero y la manufactura de automóviles, son los afectados por los aranceles al acero y el aluminio. Anque al final de la cadena productiva siempre estará la sociedad que consume, la mayoría de los mexicanos duermen tranquilos en el tema de los aranceles.
El tema de la soberanía y la cooperación entre México y el país del norte, tiene preocupados a los extraditados, a los encarcelados en México con petición de extradición a Estados Unidos, los mexicanos de a pie, que son la mayoría, duermen tranquilos, solo quieren vivir en paz, que una bala no los alcance, que puedan alcanzar cita en el sector salud, que sus hijos estén en la escuela, y que no les falte el trabajo con su respectiva remuneración para llevar el pan a su mesa. No existe un estado de ánimo generalizado.