Por David Uriarte /

Cuando la realidad supera las opciones, se tiene que buscar una forma de mejorar, aunque a veces resulte caro, difícil o inviable.

La realidad de la violencia en Culiacán, medida en números, mantiene a Sinaloa en los primeros lugares desde hace diez meses. Homicidios, levantones, desapariciones, robo de vehículos, enfrentamientos entre bandas criminales y entre delincuentes y fuerzas del orden mantienen una persistencia donde la dinámica social transita entre la sorpresa —cada vez más menguada— y la adaptación —cada vez más introyectada—.

A la lista de acciones o acontecimientos delictivos en la plaza se suman las secuelas sociales, es decir, los daños colaterales que afectan a personas o negocios ajenos al conflicto, pero que se encuentran en medio de él: la percepción de inseguridad, el miedo de andar en la calle, el riesgo de quedar entre el fuego cruzado, y algo más: el desempleo generado por el cierre de miles de pequeñas y medianas empresas. Emprendimientos familiares que tuvieron que decir adiós a la ilusión de ganarse unos pesos por el clima de violencia que tocó las puertas de la conciencia social.

Pero ¿qué creen? La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum mantiene a Sinaloa en paz, con una tranquilidad inusual. Eso es bueno. La presencia de las fuerzas federales es evidente: convoy militar por aquí, convoy militar por allá; la Guardia Nacional, personal de la Secretaría de Marina, patrullas de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, y, de vez en cuando, patrullas de las fuerzas de seguridad estatales y municipales. La presencia de estas fuerzas, incluidos helicópteros sobrevolando ciertos territorios, es notoria.

Lo más evidente —y aplaudible— es la baja en los homicidios dolosos. Eso significa que la presencia de las fuerzas del orden es más que un disuasivo para la delincuencia organizada; es un signo de presencia y respeto por parte de quienes sí cuentan con personal, armamento y adiestramiento militar. Ellos no se andan con medias tintas.

Aunque la estancia de la presidenta en Culiacán pueda durar una o dos horas, la calma en la ola de violencia es evidente. Por eso se puede afirmar que siempre hay una forma de mejorar, en este caso, con la presencia de la máxima autoridad de México en Culiacán.

Esperemos que no exista un rebrote de violencia tras la salida de la presidenta de Sinaloa.