David Uriarte /
Esta frase no cura las lesiones psicoemocionales de las familias que, por suerte, han tenido de vuelta a sus familiares “levantados”, “desaparecidos”, “secuestrados”, o que simplemente perdieron contacto con ellos y temían que fueran objeto de algún delito.
Cuando el familiar regresa o es encontrado con vida, las condiciones de la familia cambian por completo: de vivir en la zozobra y la incertidumbre a tenerlo sano y salvo. Es una diferencia como del norte al sur, de la oscuridad a la luz.
No siempre son buenas noticias. Lo ideal es encontrar al familiar con vida y en buena salud. A veces se le encuentra con vida, pero como víctima de una serie de lesiones físicas y emocionales. La desgracia se presenta cuando no es encontrado o se le halla sin vida.
“Bienvenido a casa” es la frase de consuelo para la familia. Este tema de los desaparecidos se traslapa con tantas novedades funestas. Las pérdidas siempre afectan el ánimo, lastiman la salud emocional, y cuando son irreparables, hunden a la familia en un duelo difícil de superar, aunque la resiliencia sea una opción ante lo irremediable.
“Bienvenido a casa” es lo que muchas familias quisieran decirles a sus desaparecidos. Sin embargo, la agonía de la incertidumbre mina la esperanza cuando el tiempo marca una diferencia significativa entre la presencia y la ausencia.
Cuando la muerte sorprende, de cualquier manera, a un familiar o amigo, existe la certeza de su ausencia definitiva. El duelo se puede trabajar como parte del proceso de curación, sin que esto signifique otra cosa que la resignación, sin la esperanza de lo imposible, y con el objetivo de integrar la experiencia como parte del tratamiento psicológico.
Tratamiento no significa amnesia; duelo resuelto no es la ausencia del recuerdo. Duelo resuelto es la memoria de lo que pasó, acompañada de los mejores recuerdos, de la seguridad resiliente de que “esto es lo que hay”.
“Bienvenido a casa” es la frase que siempre está en espera de la grata sorpresa del regreso del ausente. Mientras tanto, dolor y sufrimiento nublan la vida de familiares y amigos. Derivado de tanta ausencia sin destino claro, surgen movimientos sociales: los grupos de buscadores, madres, padres, hijos, hermanos, familiares, amigos… todos con la esperanza de encontrar al perdido, con una serie de emociones encontradas, donde las autoridades tienen un espacio bien definido, siempre esperando decir: “Bienvenido a casa”.