Por David Uriarte /
El Día Internacional del Hombre se conmemora cada 19 de noviembre. Fue establecido en 1992 en Estados Unidos por Thomas Oaster, director del Centro de Estudios Masculinos en la Universidad de Misuri-Kansas City, y se popularizó desde 1999, cuando comenzó a celebrarse internacionalmente. Probablemente, este dato es de poca relevancia al hablar del 50% de la especie humana. Desde la perspectiva reproductiva, la complementariedad entre mujeres y hombres asegura la perpetuidad de la especie.
El tema da para mucho; se puede abordar desde la teología, hablar de la creación divina, del soplo que dio vida al hombre, o bien desde una teología más flexible, que ajusta la visión de género según los tiempos, o desde una fe que no requiere explicación. La importancia del hombre, como tal, también puede analizarse desde el empirismo, la ubicación espacio-temporal de la cultura, o desde la antropología evolutiva, donde los roles de género se han difuminado, permitiendo mayores libertades y dejando atrás el verticalismo del poder, como algo de tiempos históricos.
Se han escrito muchos libros sobre el hombre y sus circunstancias. Más allá de la especie, el hombre, como ser biológico, está rodeado por la subjetividad de lo intangible. La filosofía sigue atribuyendo características específicas a la especie y mantiene una responsabilidad particular sobre él por el solo hecho de ser varón.
Las cosas toman otro rumbo cuando se aborda el ser hombre desde el enfoque científico. Las evidencias irrefutables del trabajo del gen SRY, ubicado en el brazo corto del cromosoma Y, responsable de masculinizar el cerebro y, por ende, de transformar la percepción masculina sobre la vida, las relaciones y las mujeres, son claras. La diferencia entre hombres y mujeres no radica en los atributos corporales externos, sino principalmente en el cerebro y las gónadas. Lo que hace hombre a una persona son las hormonas masculinas y la interpretación de la vida de un cerebro masculinizado por la testosterona, algo que no ocurre con la mujer.
Se podría romantizar el concepto o la definición de ser hombre, pero eso aporta poco al entendimiento entre hombres y mujeres. La verdad, basada en evidencias biológicas y psicológicas, se encuentra en la percepción, los significados, la cultura y los alcances biológicos del hecho de ser hombre, y nada más.















