Por David Uriarte /
Durante más de tres décadas se incubó una idea bien definida de un nuevo régimen político. Esta idea la concibió Andrés Manuel López Obrador; este punto puede ser la primera de muchas diferencias de apreciación entre analistas políticos. La ventaja del diseñador del nuevo modelo de gobierno fue conocer las entrañas del poder y compararlas con sus propias ideas, mejorando el producto que colocó en el mercado, primero en la conciencia social y después en las urnas.
El morenísimo muestra cómo la psicología es fundamental cuando se habla de conciencia, resentimientos y toma de decisiones. El modelo se estudió de manera quirúrgica y responde a la lógica más elemental y al sentido común. Aquí aplica la frase “no la vieron venir”: minimizaron el riesgo y, cuando intentaron reaccionar, ya no había nada que hacer.
Con una sola silla en disputa, los resultados se vuelven polares, binarios, de blanco o negro. El arrebato de la silla presidencial no ocurrió por fuerza física, sino por fuerza psicológica, derivada de capitalizar emociones rencorosas acumuladas durante décadas por una sociedad asfixiada en sus aspiraciones.
Los años dorados del morenísimo son una cosa y los años de sufrimiento social son otra. Hay que entender la diferencia entre hablar del poder y hablar de la necesidad. Tal vez las necesidades sociales sigan siendo las mismas; tal vez un segmento de los gobernados viva alegría; tal vez otro segmento de la población experimente coraje y frustración. Este contraste será la materia para la toma de decisiones en las próximas elecciones.
A muchos no les gusta ni aceptan lo relativo a los años dorados del morenísimo; también existe un segmento de morenistas y simpatizantes que se sienten realizados, halagados y bendecidos por la llegada del nuevo régimen político a México.
Como en otros casos, el tiempo actúa como mejor juez. El tiempo dirá de manera objetiva cuáles fueron las ventajas y desventajas de optar por la nueva opción de gobierno. Lo peor que puede sucederle a una sociedad es dividirse, volverse intolerante y magnificar la realidad: ni todo es tan bueno ni todo es tan malo. Existen dos mediciones: las numéricas y las subjetivas; ambas generan percepciones que solo el tiempo podrá ratificar.
Por lo pronto, MORENA vive sus mejores años. ¿Y la sociedad?













