Por David Uriarte /

Hay dos estratos bien definidos para entender los roles: la edad y el oficio o trabajo. Mientras un recién nacido no sabe o no entiende lo que pasa a su alrededor, un niño de seis años empieza a darse cuenta y experimenta miedo, alegría o tristeza por acontecimientos externos.

Un adolescente de catorce años, entra en una serie de cambios biológicos y psicológicos, empieza a enfrentar la vida y conoce lo que es la esperanza. Un joven de veintiocho años, generalmente ya concluyo una carrera profesional, empieza a ser autosuficiente, busca en su autonomía su sentido de vida y puede incursionar en las experiencias de vida de pareja y reproducción biológica.

Las personas de cuarenta años, en su gran mayoría ya viven encabezando una familia, saben lo que implica tener hijos, entienden la importancia del trabajo y su remuneración, forman parte de la sociedad económicamente activa.

Las personas mayores de sesenta años, entran en las experiencias jubilatorias, pueden saber lo que implica ser abuelos, y en una buena proporción, saben o conocen el valor de la salud y el arrastre de la enfermedad en su calidad de vida.

En fin, cada etapa de la vida medida en años, trae sus condiciones físicas, emocionales, y sus roles de vida.

El oficio o trabajo, clasifica a las personas en ciertos casilleros de la vida productiva, en términos generales lo licito y lo ilícito, esta es la primera gran clasificación de las personas ¿De dónde o cómo obtiene sus recursos económicos?

Muchas familias aspiran a la vida glamurosa, para eso se necesita dinero; el origen del recurso económico marca el estatus social, dos personas pueden tener la misma cantidad de dinero, la diferencia es su origen: no es lo mismo tener de vecino al dueño de una empresa trasnacional o a su director operativo, que tener de vecino al jefe de la mafia por decirlo de alguna manera. A cada quien lo suyo.

La historia demuestra la inconformidad de muchas personas para mantenerse dentro de las normas de convivencia social, la facilidad para delinquir de alguna u otra forma, algunos por la vía de la complicidad con el poder gubernamental, otros por la vía del desafío a las autoridades. A cada quien le corresponde lo suyo… a veces, el brazo de la ley y la justicia no los alcanza.

A cada quien lo suyo, el problema es cuando a la sociedad le toca lo que no es de ella: la violencia y la maldad de otros.