David Uriarte /

Los apóstatas son aquellas personas que renuncian a su religión, su creencia, o sus dogmas. Las posturas dogmáticas de algunos simpatizantes de partidos o movimientos políticos se mantienen incólumes mientras la fe permanece como defensora de cualquier postura ideológica diferente.

‘Creer’ es requisito indispensable para profesar cualquier dogma, la razón de los creyentes se desprende o descansa en la certeza de lo que se espera, no admite discusión, la convicción ocupa todos los rincones de la mente.

Hoy cobra vigencia una de las frases de Albert Einstein, “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, el nuevo régimen de gobierno en México es tan exitoso, que ha pintado de tinto casi todo el territorio nacional, también ha construido en millones de conciencias un sentimiento de cambio, este sentimiento deriva de la creencia en un líder y en un proyecto de nación.

El sentimiento es una condición psicológica superior a la creencia, las personas creen en lo que escuchan para después sentir lo que les dicen, aquí está la magia del dogma, estos procesos psicológicos constructores de paradigmas movieron la fe y esperanza de millones de mexicanos, generaciones de creyentes en otros partidos y otros liderazgos políticos, se convirtieron en apostatas de su creencia para dar identidad a una nueva estructura de poder político.

El análisis del fenómeno sociopolítico en México revela tres condiciones cuya sinergia fortaleció al nuevo régimen: el discurso diferente, la inconformidad de miembros y simpatizantes de partidos vetustos, y el apoyo a los más vulnerables.

Escuchar de la ‘tierra prometida’ es diferente a prometer desde las ‘nubes del poder’, observar otros posibles escenarios políticos, derrumbaron la rigidez dogmática eterna, alineando en la misma cancha con camiseta diferente a los adversarios hoy convertidos en simpatizantes del nuevo régimen. Por si esto fuera poco, el gobierno se estrena dando dos estocadas espectaculares, quitando privilegios a los ricos, y apoyando en efectivo a más de 35 millones de mexicanos.

No es cierto que solo los pobres e incultos se transforman en apóstatas, también hay una parte de la capa social con dinero y nivel académico que abdicaron a su simpatía política, o simplemente dejaron la apatía para subirse al nuevo proyecto de transformación de la vida pública.

Cuando se entiende, se aprende.