Por David Uriarte /
Solo batalla con los hijos el que tiene hijos, con la pareja el que tiene pareja, con sus bienes el que tiene bienes. En este orden de ideas, solo batalla con las finanzas de su empresa el empresario, y con las finanzas familiares, la familia. Casi todo el que produce paga impuestos; el “casi” se debe a la economía informal. Los emprendedores, empresarios, industriales, comerciantes, profesionistas, en fin, trabajan y pagan tus impuestos. Contratas y pagas impuestos, compras un vehículo y pagas impuestos, le pones combustible y pagas impuestas. Prácticamente, pocos se libran del pago de impuestos; pagas más o pagas menos, pero pagas.
De alguna manera, pagas piso por trabajar: un piso oficial. Tu establecimiento es físico y virtual; todo está en línea, no hay forma de esconderse del brazo cobrador, del brazo legal que recauda por hacer algo productivo. El dinero de los impuestos es la herramienta de cualquier gobierno para atornillar sus políticas públicas y dibujar la imagen que necesitan.
Entre los pequeños y grandes contribuyentes solo hay una diferencia: la cantidad que recauda el gobierno vía impuestos. Desde los que tributan con cuota fija hasta los que tributan de acuerdo al rango de ingresos, todos terminan haciendo lo mismo: pagando. Los que viven en la informalidad sin tributar al gobierno, o los que lo evaden a través de triquiñuelas, tarde o temprano pueden caer y pagar su conducta, posiblemente delictiva.
El cobro de piso formal es uno, pero el cobro de piso informal es otro. Hay empresas y empresarios que viven al día en el pago de sus impuestos. El problema surge cuando se les empareja otro impuesto informal: el cobro de piso por parte del crimen organizado, la amenaza de quemar el negocio, de levantar al dueño o algún familiar, e incluso de quitarles la vida. Algunos que se han resistido a pagar piso terminan perdiendo la vida, cerrando el negocio, o huyendo de la plaza donde por tanto tiempo, han vivido y pagado impuestos. Pero el doble impuesto de la delincuencia no lo soportan; esto es el pago del doble piso.
Grandes, medianos y pequeños empresarios tienen miedo de contestar el teléfono, a pesar de ser la herramienta de venta a veces. Temen escuchar la voz del discurso prefabricado de los delincuentes vendiendo protección, haciéndose pasar por comandantes o miembros de ciertos cárteles. Es el cobro de piso peligroso.