Por David Uriarte /
Los aumentos salariales en México son significativos desde la llegada del gobierno del presidente López Obrador; en 2018 el salario mínimo era de 102 pesos diarios, en 2019 fue de 123 pesos, en 2020 de 141, y en 2022 es de 172 pesos, sin considerar las zonas fronterizas cuyo sueldo mínimo actual es de 260 pesos.
De 102 pesos a 172 pesos en tres años, el incremento es histórico, sin embargo, mientras el bolsillo recibe más dinero, la despensa se vuelve más liviana, menos frondosa y los consumidores acuñan frases espontáneas como “todo está más caro”, o, “el dinero no alcanza”.
La relación entre salario e inflación se inclina más a la inflación; aunque aritméticamente la inflación es menor que el aumento en el salario, algo pasa entre las cifras oficiales que aseguran que la inflación promedio es de 7.3% anualizada y la realidad del bolsillo de los trabajadores, las cuentas no cuadran.
El instrumento de medición para la inflación es el costo de los productos de la canasta básica, más de 20 productos de consumo frecuente entre las familias mexicanas. Mientras las cifras oficiales detienen el incremento en un dígito, el costo de la canasta básica refleja otros datos.
La carrera entre el incremento del salario mínimo y la inflación, históricamente siempre la gana la inflación. La economía del trabajador siempre está precarizada, la esperanza de un salario digno que cumpla con las expectativas básicas mínimas, es un deseo crónico, una fantasía, un pensamiento en periodo de espera.
Seguridad, educación, salud e ingresos, son las cuatro variables que mantienen una sociedad tranquila, estable y en paz. Inseguridad, índice de estudios bajos, enfermedad y pobreza, direccionan a cualquier sociedad al caos y la insurrección.
No todo es el ingreso, pero subsana parte de la salud y la educación. La seguridad es una condición multifactorial, con un buen ingreso, la tentación o predisposición a romper la seguridad disminuye.
La base de la pirámide de la fuerza laboral es poco más de la mitad del total, aquí se construyen las intenciones del voto igual que en la pirámide, sin embargo, la sensación de malestar en la base es mayúscula en relación a la clase media o alta.
Sin ingreso suficiente o con el estómago a medio llenar, los pensamientos son de inconformidad con el gobierno y con los que tienen dinero.
La inflación se mide en la conformidad de los consumidores.