Por David Uriarte /

Los anhelos representan los vacíos a llenar, los humanos responden a necesidades creadas por las carencias construidas en su pensamiento más que en la realidad, una de las necesidades más buscadas es el poder.

El poder viene envuelto en distintas presentaciones, el enfermo ansía el poder de la salud, la soledad busca el poder de la compañía, la pobreza ve en la riqueza la tierra prometida, en fin, la búsqueda del poder utiliza cualquier espacio que racionaliza la necesidad consciente.

La efervescencia política en Sinaloa incluye el proceso electoral del próximo año y la asignación de la Presidencia y la Secretaría General del Comité Directivo Estatal del PRI por parte de su dirigencia nacional.

Paola Gárate Valenzuela y Bernardino Antelo Esper, presidenta y secretario general del PRI estatal, consolidaron su sueño y el de sus padrinos, sin embargo, ganando pierden, pierden credibilidad y ofertan un instituto político descafeinado a sus miembros y simpatizantes.

La presentación anticipada de la nueva dirigencia en la ciudad de los Mochis, con la presencia del delegado con funciones de presidente, Ramiro Hernández García, fue signo de arranque fallido, muestra innecesaria del origen del poder o de la fuente de la negociación.

La tardanza del proceso fue evidencia de lo complicado del caso, no se pusieron de acuerdo… Ni la experiencia, propuestas y recomendaciones del veterano futbolista Jesús Enrique Hernández Chávez, fueron suficientes para limpiar el camino ante una sociedad escéptica.

Para el Comité Ejecutivo Nacional no había otra opción: o se “consultaba a la base” con una planilla “planchada” y una serie de candados imposibles de abrir para otros u otras aspirantes, o se exponían a la rebelión interna haciendo ruido y consolidando más desprestigio.

Priistas de reconocida trayectoria tronaron en contra del partido, especialmente contra la dirigencia nacional, presentaron su renuncia Francisco Javier Luna Beltrán, La diputada Deisy Judith Ayala Valenzuela, la exdiputada local Sandra Yudith Lara Diaz, y Antonio Castañeda Verduzco.

Hasta el momento estos son los priistas que públicamente han renunciado a su militancia, puede haber más que lo hagan en silencio o simplemente lo digan en las urnas el próximo año.

A veces ganando se pierde, Paola Gárate y Bernardino Antelo, ya son parte de la historia, y sus jefes también.