
Por David Uriarte /
Aunque el inodoro este más limpio que un quirófano antes de operar, incluso aunque no esté conectado al drenaje o se use como atracción turística en la industria restaurantera, aun así es posible que pocos crean en su limpieza y el sólo imaginar usarlo como recipiente que contiene agua les quite la sed o les genere repulsión o aversión al recipiente; esto es lo que le pasa a Cuba.
Quieren vender la idea de una “isla privilegiada” donde sus habitantes tienen una grado de escolaridad superior a la media internacional, donde sus habitantes viven felices porque no los asaltan para robarles sus pertenencias, donde el sistema de salud es eficiente y muchos privilegios más que sólo el que vive de cerca la realidad entiende la magnitud de la infamia.
Cuando estuve en Cuba por motivos académicos, entendí la diferencia entre el discurso, el dogmatismo ideológico y la realidad… Es cierto que los habitantes de Cuba tienen grados académicos donde las especialidades, maestrías y los doctorados abundan, lo que no te dicen es que no tienen fuentes de trabajo, el taxista que nos transportaba del hotel al centro de convenciones, era Ingeniero Agrónomo con especialidad en riego y no sé qué cosas más, sin embargo, su privilegio era ser chófer de taxi, sólo bastaron unos cuantos chistes y bromas para abrir la confianza del cubano y escuchar la frustración de no poder vivir de manera decorosa.
En la cena de clausura del Congreso Internacional al que asistí, me tocó de compañeros de mesa los investigadores y científicos cubanos que al ver mi rechazo a la cena, en secreto me dijeron: –me puede regalar la comida, con esto mis hijos comen toda la semana–.
En el Centro Médico Quirúrgico de la Habana, el ícono de la medicina y los avances terapéuticos, monitores en blanco y negro, y largas filas para obtener atención médica.
Por más que pretendan vender la idea de un modelo de vida deseable, sólo una mente obnubilada puede creerlo o aspirar a vivir la experiencia de un régimen socialista de esa magnitud, es como querer convencer a cualquier persona con sed de tomar agua del inodoro asegurándoles que está bien desinfectada.
¿Ese será el rumbo de México?