Por David Uriarte /
Existen lugares tranquilos, inspiración de paz, alegría, y felicidad, lugares donde se antoja hablar de temas triviales, de escuchar el sonido de la naturaleza, de una pieza musical, de paladear un platillo para muchos insignificante; para otros, el elixir de los dioses cuando se habla de sentirse bien y en paz con uno mismo, a veces el tema es el silencio acompañado de soledad, esa soledad que conecta con todos y con nadie, ese silencio que grita desde la esencia misma del ser.
Hay mucho de qué hablar cuando la paz y la tranquilidad son la compañía personal, familiar y social. Los estudiantes hablan de sus materias y sus profesores; los trabajadores de su trabajo y sus jefes; los mecánicos de sus diagnósticos, sus herramientas, y sus reparaciones. Los deportistas de sus metas, medallas, y triunfos; los médicos de sus enfermos, sus tratamientos, y la curación o no de los pacientes. Los adictos de su adicción, de lo bien que se sienten cuando piensan en ella, y de lo mal que la pasan cuando termina el efecto dopaminérgico del placer efímero y temporal, para entrar por la puerta del infierno.
Hay mucho de qué hablar cuando los temas levantan el ánimo… nutren cuando son conversaciones edificantes, cuando se transmite experiencia en bien de los demás. Cuando la plática estimula emociones positivas, recuerda experiencias fortalecedoras, dignas de imitar, cuando son alimento sano para las nuevas generaciones.
Lo difícil aparece cuando los temas de conversación tienen que ver con el día a día, con la realidad que no se puede esconder, con la respuesta difícil de evadir a la pregunta inocente de un niño ¿Son balazos? Qué le contestas, qué le dices, cómo le niegas la verdad, cómo sacarlo de las condiciones que le tocó vivir, de qué le hablas, cómo le cambias de tema, cuánto tiempo lo vas engañar con respuestas que no te cree.
Lo bueno de la realidad caótica que viven algunos lugares del mundo, es la esperanza del cambio, la esperanza de cambiar la violencia por paz, la inseguridad por seguridad, el sufrimiento por felicidad, la pobreza por bienestar, la enfermedad por salud, las pérdidas por resignación.
De lo que pocos o nadie quisiera hablar hoy, es de los resultados violentos que se dieron en días recientes, ayer Culiacán mostró una cara indeseable para cualquier sociedad, un contraste paradójico con el famoso “Buen fin”.
Ni hablar.














