Por David Uriarte /

A diferencia del desabasto de medicamentos para el cáncer donde el resultado es catastrófico a corto plazo, el desabasto de medicamentos para las enfermedades mentales de origen neurológico o psiquiátrico, producen un efecto a mediano plazo.

Un enfermo de cáncer encuentra una muerte precoz ante la falta de medicamentos, un enfermo neurológico o psiquiátrico encuentra el infierno de las consecuencias si abandona su tratamiento farmacológico.

El desabasto de medicamentos para los enfermos mentales empezó el año pasado, poco a poco se han agotando las reservas que se encontraban dispersas en farmacias de la periferia de las grandes ciudades o en localidades de pocos habitantes.

El carbonato de litio utilizado en los pacientes bipolares, en las fases de hipomanía, o como estabilizador del ánimo y los impulsos, dejó de circular en México desde hace dos años; la perfenazina, un medicamento indicado en la esquizofrenia, manía aguda (trastornos bipolares), trastornos de comportamiento, incluso para las náuseas y los vómitos severos, dejó de circular desde el año pasado, estos ejemplos hablan de la dimensión del problema social que se está gestando en el país.

A lo mejor sería buena idea que aquel o aquellas personas encargadas de cerrar la puerta a los laboratorios que abastecen de estos medicamentos, experimentaran los síntomas y exhibieran la conducta de los pacientes psiquiátricos, como dice el refrán, “para sentir no hay como que duela”.

Desde el poder, la comodidad y el confort de una oficina, es fácil disponer el cierre de laboratorios o distribuidoras médicas, sin ofrecer medidas alternas de solución.

La semana pasada, un grupo de enfermos psiquiátricos irrumpieron en el auditorio donde se encontraba el subsecretario de salud Hugo López-Gatell, expusieron los problemas generados por el desabasto de medicamentos, la respuesta oficial quedó en promesas.

La falta de empatía por parte de las autoridades de salud, es evidente, entender a los enfermos no es explicarle los motivos por los cuales se produce el desabasto, la verdadera empatía consiste en entender que no están enfermos por un capricho o por su voluntad, están enfermos porque el cerebro y el sistema nervioso, como cualquier órgano, también se “descompone”.

Las políticas públicas no pueden tratar las enfermedades por decreto.