Por David Uriarte /

Cuando se juega el rol que corresponde, las cosas fluyen mejor. No es lo mismo ser profesor que alumno, empleado que patrón, jefe que subordinado, en fin… Entre otras cosas a las huestes del PRI les hace falta asumir el rol que les corresponde, el rol de ayer fue de gobierno y poder, hoy son perdedores y oposición.

Desde su rol de perdedores pueden construir o buscar su triunfo, no desde el rol equivocado, vivir anclados al pasado es la evidencia de la depresión institucional o corporativa. La soberbia o el rescoldo de ella, mezclada con la impotencia de haber tenido un pasado glamouroso, vuelve insoportable la vida política del PRI e irresistible el discurso anclado en el ayer.

Aquí y ahora es la realidad, esto es lo que hay y esto es lo que tienen, los representantes legislativos producto del remanente aritmético del proceso electoral reciente, son sobrevivientes del desastre partidista que construyeron con sus propios actos y sus propios dichos.

Que no se le olvide al rico que un día fue pobre, y al rico empobrecido que no se le olvide que es probable que jamás regrese su bonanza, menos si no asume su rol de oposición con decencia y deja de mirar por la ventana del rencor aquello que un día fue y tal vez no será nunca más: gobierno y poder.

Hay ricos y amables, también pobres y antipáticos, hay políticos en el poder que bien pudieran ir por la revancha, como también hay partidos políticos en la desgracia que no han aprendido a ser lo que representan: oposición. Por eso, los desfiguros.

Nadie niega las potencialidades de la mayoría de los priistas de cepa, parece que es cuestión de forma más que de fondo, cuestión de roles no asimilados, intoxicación por la derrota fulminante que mantiene bajo estupor a los pocos cuadros en el poder ejecutivo y legislativo.

Es posible que no exista intención o dolo en las conductas arrogantes de algunos priistas, sólo estupefacción aguda cuyo tratamiento requiere tiempo y conciencia de lo que son, no de lo que fueron.

Es evidente la frustración de cualquier humano a quien de pronto se le invierten los roles, y de pertenecer a la realeza hoy forma parte de los lacayos que esperan frustrados hacer lo que antes criticaban.