Por David Uriarte /

Hilario Ramírez Villanueva “Layín”, expresidente municipal de San Blas, Nayarit, salto a la fama y al escándalo político cuando afirmó: –“si robe, pero poquito, nomás una rasuradita”.

Aquí es cuando toma importancia la diferencia entre honestidad e integridad, llama la atención la honestidad del dicho, la afirmación de su conducta, dice la verdad, no miente, pero es un corrupto; ese es el punto.

Cuando el ladrón justifica su conducta delictiva asumiendo pobreza, hambre, o enfermedad, aparece la controversia derivada de los conceptos justicia y legalidad. Hay muchos actos justos pero ilegales y, otros tantos, legales pero injustos.

Las justificaciones de los delincuentes están impregnadas con creencias cuyos alcances rayan en el dogma o el fanatismo; están convencidos que las cosas deben ser así, y no se habla de partidos, religiones o sectas, se habla de personas cuya motivación es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el ojo propio.

Perder la virginidad significa tener una conducta por primera vez, por eso, esconderse o evitar ser descubiertos, es una cosa, y ser delincuente con cara de ciudadano de bien es otra.

La sorpresa social siempre es un trago más grande de lo que se puede tomar, rebasa la capacidad de asimilación, conmueve los ánimos de los creyentes, convulsiona las mentes de los inteligentes. Hay una resistencia inherente a la aceptación de una conducta delictiva en la carne de los apóstoles de la fe, es una reacción humana ante una creencia cuyo sustento es la forma de pensar.

La reflexión psicológica “no todo lo que piensas es cierto”, puede ser el principio terapéutico para los creyentes bien intencionados que buscan el bienestar social a través de personas iguales o peores a las que siempre han criticado.

Cuando el pasado perverso alcanza al presente bondadoso, hay un choque de ideales, una epilepsia de razones que no logra comprender la mente, una mezcla de coraje con tristeza, incluso, una fuerza inconsciente que usa el hecho bochornoso como prueba de su fortaleza y fidelidad a sus creencias transformadoras. Para las madres, todos sus hijos son buenos: –“mamá, si mate pero poquito”.