Por David Uriarte /
En la niñez, la adolescencia y la juventud, el proceso cognitivo o de razonamiento y planeación, están inconclusos, inmaduros, esto es normal desde el punto de vista evolutivo; lo que no es normal, es una adultez inmadura, una creencia que encierra pensamientos de ‘todo poderoso’, pensamientos de ‘vida y juventud eterna’, eso no existe, excepto en la mente inmadura de una persona que ve su vida como si fuera una fotografía… olvida que la vida es dinámica, empujada por el tiempo, tiempo implacable cuyo destino es la vejez en el mejor de los casos, y la muerte como destino final.
Hay personas cuya presunción estriba en la polirrelación, en la poligamia, en la vida de dispendio erótico y económico, en la creencia de tener una masculinidad férrea por el simple hecho de relacionarse a la misma vez con dos, tres, cuatro, o más parejas. No sólo eso, además, se sienten superhombres por su capacidad reproductiva, esto que disfrutan es precisamente lo que padecen en la vejez.
Cuando el cuerpo ya no responde, cuando la sexualidad traducida y entendida como capacidad para obtener placer a través de la actividad genital ya no responde o medio responde con ayuda médica, entonces aparecen los demonios del sufrimiento, la tristeza, la soledad, el abandono, y el rechazo de las parejas, la incapacidad para incorporar nuevas parejas debido a la mano del tiempo que mantiene cualquier masculinidad en el suelo, excepto las fantasías.
El tiempo no perdona, esas mentes brillantes, esas manos que todo lo que tocaban lo hacían oro, ya no funcionan, hoy producen lástima y eventualmente rechazo en las personas que en algún momento formaron parte de su ‘harem’; la familia sólo fue un concepto, todo giró alrededor del placer erótico, se creían los más envidiados por otros hombres y tal vez sí, pero hoy, el tiempo no los perdonó.
Algunos de ellos hoy viven abandonados, con restos de lo que en algún momento creyeron era su familia: hijos resentidos, esperando la muerte del padre biológico para dejarse ir por la fortuna si es que existe; parejas dolidas por la marginación social, por el estigma y la etiqueta de una moralidad señalada por la sociedad conservadora; la suma de trastornos de autoestima, familias enfermas por la distancia del hombre cuyo pensamiento no funcionó.
El tiempo no perdona a pesar de tener o contar con toda la juventud y con todo el dinero.















