Por David Uriarte /
Meterse a la mente de los hombres y las mujeres requiere más que razonamiento, empatía, los significados encierran la esencia de la identidad. Masculinidades y feminidades transcurren dentro y fuera de la mente; dentro es una vivencia, fuera una realidad social.
El dominio de los géneros transcurre como la humedad que penetra en el tiempo alimentada por la tormenta del aprendizaje, un aprendizaje sordo, invidente, cuya persistencia deriva de los paradigmas del poder.
La conciencia individual es la única célula que puede multiplicar el tejido de la igualdad y el respeto, dando paso a la conciencia social, y con ello a las políticas públicas que articulen acciones medibles que contrasten las asimetrías socio-genéricas.
No se puede eliminar lo que no se conoce, el reconocimiento de las diferencias patológicas es el primer paso para corregirlas. La violencia de género tiene múltiples expresiones, desde la no percibida como tal, hasta el odio inductor de los más horrendos crímenes por el hecho de ser mujer.
La violencia contra la mujer debe extinguirse mucho más rápido que su periodo de incubación, es decir, si la violencia se ha engendrado por siglos y su frecuencia e intensidad aumenta en el tiempo, no se puede esperar que desaparezca inversamente proporcional.
A partir de la conciencia social, las políticas de género, y la resignificación de las masculinidades, se puede trabajar en una agenda conjunta que articule a los actores principales de esta historia que debe tener un final feliz.
Entre las acciones de gobierno y los aprendizajes sociales, se construye una ruta de despresurización de la realidad que lastima a la sociedad en general y a las mujeres en particular.
No se puede apagar el fuego con el fuego o eliminar la violencia con más violencia, la abstracción del problema es el piso de despegue para construir la escalera de cambios positivos que terminen con la violencia contra las mujeres.
Si en términos generales los que violentan a las mujeres son los hombres, tarea primordial es el cerebro masculino como creador de la conducta violenta, romper los paradigmas y controlar los impulsos violentos es la meta a corto plazo.