Por David Uriarte /

El día de hoy rindió su primer informe legislativo el diputado federal por el quinto distrito de Sinaloa, Jesús Ibarra. Varias cosas llamaron la atención; una de ellas, el concepto de planeación. Para el diputado Ibarra, deja de ser una palabra para convertirse en un paradigma de su carrera política. La planeación, seguramente, contempla grandes ligas.

Nadie duda que los espacios para este diputado federal van desde la lógica de continuar en el Congreso federal, pasando por la posibilidad de ser llamado a una posición relevante en el gabinete presidencial, o bien, poner los ojos en la pista municipal o estatal, hasta la posibilidad de pisar el Senado de la República. Muchos dirán que es temprano para fijar el posible —o posibles— espacios que habrán de dar refugio a Jesús Ibarra mientras se le cumple su propósito definitivo en su carrera política, donde la mezcla de juventud y experiencia hace una amalgama para solidificar sus aspiraciones.

La planeación lo llevó a buscar un espacio donde luciera el evento: un auditorio retacado, una diferencia respecto a lo tradicional, la presencia y uso de la voz de líderes de colonias de su distrito, la presencia —por supuesto— de su familia, el evidente acercamiento con la diócesis de Culiacán, un presídium reducido. Como dijeran los clásicos, estuvieron los que tenían que estar, sin mucha “bulla”, pero con mucha jiribilla.

El discurso de Jesús Ibarra fue un recorrido por varias vías importantes: su trabajo legislativo, atención a sus representados, programas específicos, la familia, la clase política, su futuro político a corto, mediano y largo plazo. Reconoció el estado de cosas que pasan en el estado, específicamente la violencia. Habló de temas espinosos; eso lo hizo con guante blanco. Y de paso, lo obligado: el reconocimiento a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.

Dentro de los asistentes se notó la ausencia “planeada” de actores políticos que seguramente no quisieron, no pudieron o simplemente no debieron estar. Se puede decir que la bondad del informe fue su objetividad y su brevedad: la introducción obligada de honores a la Bandera, la presentación precisa y corta de los asistentes relevantes, un video breve, con la modalidad de un discurso en dos partes —un inicio, un receso donde hablaron algunos beneficiarios de los programas, y el remate del discurso—.

Un informe con olor a destino político prolífico.