Por David Uriarte /
-Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres-… Así se lee en el libro del Nuevo Testamento de la Biblia, en Juan 8:32, de la edición Reina-Valera 1960.
La verdad incómoda a muchos, pero como reza el adagio: -Es mejor una vez colorada que muchas veces descolorida-. La verdad tiene su coprotagónico, o su antagónico, depende como se vea; la mentira.
La mentira es una forma de transmitir información, de decir cosas, o contar temas cuyo contenido puede ser impreciso o simplemente doloso como en el caso de la mentira maquinada, la mentira consciente, aquella información falsa pero maquillada de tal manera que logra convencer a quien o quienes la escuchan.
El arte de mentir es frecuente en los actores políticos, en las personas incapaces de cumplir sus promesas e incapaces de aceptar que se equivocaron, o en los asalariados que los mandan a mentir como parte de su trabajo y su perfil sumiso o dependiente.
La fuerza de la mentira tiene caducidad, es como el acero que termina doblándose con el tiempo ante el salitre, hay quienes se van a morir o no les va alcanzar la vida para descubrir las mentiras de las que fueron objeto, también hay mentiras y mentirosos que se irán a la tumba sin ser descubiertos.
Aquellos hombres o mujeres que mantuvieron a salvo su mentira de fidelidad hasta el momento de su muerte, serán descubiertos tarde porque ya no hay nada que hacer, lo mismo pasa con aquellas mentiras políticas que se guardan en un modelo de protección jurídica que se llama información reservada.
¿De qué le sirve a la sociedad o al pueblo que diez, veinte, o cincuenta años después se abra el baúl de las mentiras, y se den cuenta de la verdad? La información reservada que encierra conductas dudosas relacionadas con el dinero, su origen, su destino, distribución, o aplicación, deja de tener efecto con el tiempo, es como los medicamentos caducados.
La memoria social tiende al olvido de sus agravios, el impacto de la inconformidad se diluye con el tiempo, y a veces el tiempo entierra primero a los agraviados que abrir la puerta de la información reservada que bien pudiera llamarse el sepulcro de las mentiras.
Las mentiras tienen sus reductos de seguridad cuando de dinero u obra pública se trata, los mentirosos también, entre la información reservada, la amnesia social, y el tiempo, está la fuerza de la mentira.