Por David Uriarte /

La vida y el tiempo son dos condiciones necesarias para contar y conocer la historia de la naturaleza, sin vida no hay conciencia y sin tiempo no hay espacio para escribir la historia. El tiempo solo existe en la conciencia y la conciencia solo existe en la vida, y ambas forman parte de la naturaleza.

Temblores cuya magnitud son incompatibles con la vida social, tsunamis amenazantes, destructores de todo lo que encuentran a su paso, y las tormentas convertidas en huracanes son amenazas latentes que no tienen ni obedecen a ningún calendario, se sabe que hay temporadas donde se forman, pero sus trayectorias son incontrolables y sus daños impredecibles.

Sinaloa como cualquier parte del mundo, ha sufrido los estragos de la furia de la naturaleza, por fortuna su sismicidad es diferente a la de otras latitudes, no existen antecedentes de tsunamis, pero es víctima de ciclones que han desbastado y defenestrado la infraestructura carretera, inundado terrenos agrícolas y acuícolas, dejando en la calle literalmente a miles de habitantes que construyeron sus casas en las zonas bajas.

Los vecinos del estado de Guerrero, específicamente los residentes temporales de las playas de Acapulco, están viviendo o sobreviviendo un verdadero infierno, experimentan una regresión en el tiempo donde escasean las condiciones básicas como el agua potable, luz eléctrica, drenaje sanitario, víveres, vías de comunicación, medios de transporte, y refugios seguros. Bastaron unas horas de la furia de la naturaleza para destruir lo construido en siglos en Acapulco, su recuperación tardará años, y el sufrimiento será generacional y social.

Lo más valioso del ser humano sin duda es la vida, pero una vida amenazada, limitada por enfermedades, o carente de lo básico indispensable, se traduce en sufrimiento, lo que busca el humano se llama bienestar y este no se puede encontrar si el miedo se interpone.

El miedo a no tener que comer, el miedo a no tener agua para el consumo humano, a no tener un lugar seguro donde pasar la noche solo o con la familia, el miedo a perder lo que se ha obtenido con el esfuerzo en el tiempo, todo aquello que conduce al miedo impide la felicidad o el bienestar, así están en estos momentos los damnificados por los fenómenos naturales como los huracanes.

En estos momentos es cuando la conciencia toca la puerta de la solidaridad.