Por David Uriarte /

 

Negar los tiempos de gloria de cualquier instituto político, es negar a los impulsores ideológicos y protagonistas de la fortaleza operativa de dichos institutos como el PRI, así como hoy MORENA mantiene la mano y la atención de gran parte de la sociedad, así, en sus tiempos, el PRI mantenía un magnetismo casi hipnótico con su militancia y simpatizantes, aquellos que retacaban las urnas a favor de los candidatos del partido en el poder.

El desaseo en el Comité Directivo Estatal del PRI en Sinaloa se presentó a raíz de los desacuerdos entre la base y la cúpula, es decir, entre los de la “talacha”, los de a pie, y su dirigencia nacional que no respetó la decisión de la mayoría de la militancia que en aquel tiempo quería que Jesús Valdés fuera el candidato a la gubernatura en Sinaloa.

Se impuso la decisión del liderazgo nacional y obligaron al entonces gobernador Quirino a mover al último de la lista y colocarlo como número uno, la disciplina de la base mantuvo en supuesta calma al PRI y se la cobraron a la hora de votar; después, renuncia a la dirigencia Jesús Valdés, se nombra una encargada y lo demás es historia.

Después de la aplastante derrota sufrida por el candidato de lujo y del gobernador Quirino a la gubernatura de Sinaloa, el perdedor se reinserta en el Senado y hace como que nada pasó, sin embargo, el PRI en Sinaloa quedó herido de muerte, grupos divididos, liderazgos agotados, pugnas internas, corajes evidentes, renuncias tácitas, alejamiento de la base priista con los liderazgos institucionales, confrontaciones sordas entre liderazgos naturales del PRI, todo en espera para que la pomada del tiempo desinflamará los enconos internos.

Hicieron consultas, se juntaron por sectores, promovieron la unidad, hicieron auscultaciones a la base, hicieron muchas cosas, menos buscar a los exgobernadores priistas para comprometerlos o escuchar sus opiniones.

Es cierto que son otros tiempos, es cierto que el PRI perdió su glamur, es cierto que hoy son oposición muy desproporcionada por no decir inocua, aun así, no se pueden negar los tiempos del poder absoluto, los tiempos de los grandes liderazgos.