Por David Uriarte /

“Los pleitos ni ganados son buenos”, así reza el refrán popular… en el medio político y partidista, la democracia sufre una de sus peores garrotizas, los políticos del pasado están de pleito con los del presente, los del presente con los que buscan asegurar su futuro, el Poder Ejecutivo mantiene serias diferencias con el Poder Judicial, el Legislativo también, entre jueces y magistrados se defienden de los ministros, los ministros se incrustan en otros poderes como parte de la huestes en conflicto.

En las entidades federativas las cosas también andan tensas, los grupos políticos tienen dos opciones: huir o sumarse al equipo ganador traicionando ideologías. Para evitar pleitos donde el resultado sea cárcel o persecución, los políticos de los partidos de oposición, optan por retirarse de manera sigilosa o ponerse a las órdenes del partido en el poder traicionando todo principio de lealtad institucional que les dio origen.

Aquellos que han optado por el pleito y el enfrentamiento, tienen un desgaste en todos los sentidos y en el remoto caso de que ganen el pleito, quedarán exhibidos ante la sociedad como unos pillos, desprestigiados para el resto de sus vidas.

Los pleitos siempre desgastan a las partes a pesar de las desigualdades evidentes, en el caso del conflicto que enfrenta desde hace más de un año la UAS en contra del gobierno, la sociedad se satura de información, entra en una especie de aburrimiento con exclamaciones de más de lo mismo.

En el tiempo, el conflicto UAS-Gobierno escaló a los límites de la justicia federal, sin embargo, los pleitos ni ganados son buenos y esto aplica para ambas partes, de poco sirve que ambas partes presuman sus triunfos si quien pierde en realidad es la sociedad.

Los pleitos entre los líderes partidistas es otra muestra de la degradación del oficio político, parece una rebatinga por el poder y la impunidad, todos buscan cubrirse con el manto protector o construir inmunidad a través de convertirse en gobierno o parlamentarios.

Por si faltara algo a la degradación del oficio político, el poder fáctico apalanca el destino de aquellos partidos con los que pueden hacer complicidad y más impunidad, el miedo se apodera de muchos candidatos, vivir para contar las experiencias tortuosas de los levantones es entrar al cuarto de la enfermedad mental y sentarse en la cama del estrés postraumático, por eso, los pleitos ni ganados son buenos.