Por David Uriarte /
En 1521 fue la conquista de México, hace casi 500 años. El mundo y sus habitantes tienen su propia historia, es bueno conocerla, pero también preguntarnos qué sigue, qué nos espera, tener la mira puesta en lo que quiere y necesita la sociedad.
La frase expresada por el presidente López Obrador “México no es tierra de conquista”, invita a la reflexión, promueve un análisis obligado de sus convicciones, tiene seguramente la mejor de las intenciones. Sin embargo, precisamente la historia nos enseña el comportamiento de los líderes de los países primermundistas, tercermundistas y en vías de desarrollo.
Es legítimo querer vivir en la pobreza o quizá para muchos la pobreza sólo sea un término, una palabra o tal vez una ofensa incluso… También puede ser legitimo para muchos quitarle al que tiene, al que produce riqueza, al que aspira treparse a la pirámide de Maslow.
Abraham Maslow fue un psicólogo estadounidense conocido como uno de los fundadores y principales exponentes de la psicología humanista. Maslow afirma que para llegar a la autorrealización humana, primero hay que superar lo básico como la alimentación, para después pasar al segundo nivel que es la seguridad; después la amistad y el afecto, después el reconocimiento basado en la confianza, el respeto y el éxito, para luego llegar a la autorrealización.
La conquista de las aspiraciones es la mejor conquista del humano. Aspirar un estilo y una calidad de vida es aspiración legítima, como legitima es la aspiración de seguir en la pobreza o la miseria.
En el tema de las conquistas, no todo es trabajo y esfuerzo, está el control del Estado a la riqueza y la producción, así como los españoles impusieron el mejor sistema de vigilancia del pueblo a través de la confesión, así el Estado tiene su confesionario que se llama SAT, y ahora Unidad de Inteligencia Financiera (UIF).
Si la libertad surge de la voluntad, entonces la sociedad decide su rumbo, aunque una cosa es decidir el rumbo y otra atropellar a los que no desean seguir el mismo rumbo. Hoy cobra vigencia la idea de libertad dentro de un estado de derecho, y libertad dentro de un cerco dogmático donde el Estado es la cárcel.