Por David Uriarte /

Mientras los partidos de oposición buscan cómo disminuir la velocidad de crecimiento del partido en el poder, el pueblo resiente los estragos de una economía cada vez más golpeada.

Los trabajadores asalariados se ven amenazados por la reducción de personal que muchas empresas iniciaron desde el mes de diciembre del año pasado.

El gobierno a través de la Secretaría de Hacienda busca distribuir de manera racional el presupuesto para operar los servicios que por ley les corresponde a los mexicanos; el Servicio de Administración Tributaria (SAT) es el canal de ingreso del gobierno, canal de ingreso cuyo flujo es producto de los impuestos que tributan principalmente los empresarios.

“No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, esta frase llegó para quedarse como paradigma del régimen de gobierno actual, sin embargo, este paradigma puede sufrir una modificación racional y equitativa: “Puede haber gobierno rico con pueblo rico” ¿Por qué no? O seguimos la travesía de gobierno pobre con pueblo pobre.

El desempleo y la pobreza son parte del combustible de la injusticia social, la inseguridad y la violencia se fortalecen en búsqueda principalmente de dinero… dinero que se les quita a los que tienen vía extorsión, robo, cobro de piso, o cualquier modalidad que sólo incrementa la estadística delictiva.

En repetidas ocasiones el presidente López Obrador ha dicho que “La paz es producto de la justicia”, por lo tanto un país violento, en consecuencia, ausente de paz, es un país injusto.

El efecto inflacionario en México tiene impacto en el bolsillo y en el estómago; por si algo faltaba, las carreteras de cuota a partir de la semana pasada aumentaron la tarifa, el efecto dominó alcanza a los productos que se transportan por las carreteras del país, estos a su vez se encarecen al ser materia prima.

De tal manera que la espiral inflacionaria es una fotografía diferente a la que refleja la inflación oficial. Tan sencillo como revisar los precios de los comestibles hace un año y los de hoy para observar que en promedio han subido entre un veinte y cuarenta por ciento, lejos de la cifra reportada por el gobierno que ronda el ocho por ciento.

No hay dinero que alcance mientras la recaudación tributaria se convierta en un barril sin fondo cuya derrama no resuelva los problemas básicos de la población, principalmente: la salud, la educación y la seguridad.

¿Y la paz?