Por David Uriarte /
El relevo generacional es sano cuando de política, economía, ciencia y tecnología se trata, los avances en materia de inteligencia artificial, el mundo digital, y las comunicaciones instantáneas, son lo de hoy.
La experiencia se adquiere en un proceso o curva de aprendizaje, como reza el refrán “Nadie nace sabiendo”, la experiencia es producto de la práctica, sin embargo, la vocación y habilidad se deben conjugar para sentarse en la silla del éxito.
El tema de la política es relevante cuando de gobernantes y gobernados se trata, hay una diferencia abismal entre dirigir las políticas públicas de un país, emitir una sentencia, operar un enfermo del corazón, reparar un equipo mecánico, o pilotar un Boeing 747.
En esta semana conocimos de la muerte de Henry Alfred Kissinger, ex secretario de Estado de los Estados Unidos de América, autor de muchos libros relacionados con la política, uno de ellos escrito en 2014 se titula Orden mundial. El premio Nobel de la Paz en 1973, es una muestra de la prudencia política y la capacidad negociadora en las políticas públicas, extraordinario negociador en conflictos multilaterales, en fin, un político referente para los gobernantes de ayer y de hoy.
Abrir la puerta a los jóvenes en las políticas de representación y en los gobiernos, es una extraordinaria oportunidad para los relevos generacionales, sin embargo, se debe tener cuidado y revisar la personalidad y la salud mental de hombres y mujeres que en su momento dirigirán ciudades, estados, incluso el país, o representarán en los congresos a miles de ciudadanos.
El trastorno del control de los impulsos y las personalidades narcisistas, brotan con facilidad cuando de poder político se trata; la humildad y la prudencia se sustituye por la imprudencia y la soberbia: algunos gobernantes llegan a creer que son otra cosa, que son iluminados por un poder supremo y que sus pensamientos megalómanos pertenecen a la realidad “real”.
A veces no se trata de edad porque igual jóvenes y viejos metidos en la política, se convierten en los ‘tiranos del poder’ y abandonan la doctrina y las creencias que vendieron en campaña para instituir su nuevo credo o dogma político.
El poder y la capacidad de negociación, la tolerancia a las diferencias, la flexibilidad en las posturas ideológicas, y las formas, hacen de los políticos una metamorfosis: de Leones a Gatitos, o de Gatitos a Leones.
¿Qué quiere la gente?